Page 16 - Terror en el sexto B - Mayo - 6to Básico
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la cabeza, creí que ya había empezado a delirar. Pero luego lo pensé mejor y me dije a mí
mismo: "Reacciona, imbécil. No es para tanto".
O trataba de distraerme, o de verdad me moría. Me. arrastré hacia la ventana que
comunicaba con Sexto "B" y esa cercanía me hizo sentir mejor. Desde allá, alcanzaba a oír los
murmullos de un mundo conocido. La voz de Porki leía las aventuras de Tom and Mary, los
protagonistas del libro de inglés, que eran perfectos y vivían unas situaciones aburridísimas,
por capítulos. Parecía extraño, pero ese par de imbéciles lograron devolverme un poco de
calma. Los minutos empezaron a caminar normalmente y, en medio del peligro, traté de
pensar con cabeza fría: la situación estaba controlada. Ningún profesor iba a entrar al
depósito porque todos estaban ocupados. Estar en un lugar tan espeluznante, tenebroso y
prohibido, era un privilegio. Tenía que aprovecharlo y salir a contarle el cuento a mis amigos.
Es más, ya sabiendo que a veces el depósito se quedaba sin llave, iba a organizar una
expedición secreta, sólo para los más arriesgados. Yo podía ser el guía.
Me sentí orgulloso de oírme con esos nuevos pensamientos. Había vuelto a ser el
mismísimo Terror de Sexto "B", como siempre. El olor fétido había dejado de molestarme y,
viéndolo bien, todos los bichos, menos el ratón blanco, estaban disecados. Volví a mirar los
tesoros, ya sin tanto miedo y, de repente, mis ojos se fijaron en un detalle fascinante: el
esqueleto humano tenía un montón de cuerdas de nylon, casi invisibles. Colgaban de los
huesos de las manos, de los pies y de la cabeza como si en lugar de material didáctico, fuera
una marioneta macabra, puesta ahí para asustar a alguien. Era insólito. Al mover los hilos, el
esqueleto podía levantar sus manos huesudas, chocar las rodillas, o temblar de miedo. El
sistema funcionaba como si fuera el invento de un genio malvado.
Era tan divertido el juego, que el poco miedo que me quedaba se me fue quitando. Desde el
otro lado de la ventana, Porki seguía con su insoportable lectura. Me alegré de no estar en
clase y pensé que Sexto "B" era a veces más asfixiante que el olor a formol. £f to me apoyó,
diciendo que sí con un movimiento de calavera. Entonces se me ocurrió una idea
descabellada: decidí que mi marioneta y yo íbamos a participar en clase de inglés, para darle
una buena lección al profesor Quiroga.
Con mucho cuidado, senté al es que o en un pupitre oxidado que había frente a la ventana
de Sexto "B". Esa fue la parte fácil. Lo hice con movimientos muy lentos, mientras el profesor
seguía con las gafas metidas entre el libro de inglés. Después me escondí detrás del marco de
la ventana, abarrando bien las cuerdas de nylon que movían los huesos del brazo derecho.
Todo salió perfecto. El esqueleto quedó sentado, del otro lado del cristal, mirando al profesor
sin perder un sólo detalle de la clase. Era el alumno perfecto. Me moría por ver la cara de
Porki, pero no me atreví a asomarme. Cualquier descuido podía ser fatal. Había que tener
paciencia... Y la tuve, hasta que por fin se terminó la dichosa lectura. El momento de la
función había llegado y me preparé como un verdadero titiritero.