Page 87 - Trece Casos Misteriosos
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y gestos pedían entrar. El viejo les mostró su reloj
 y negó con la cabeza. Como ellas insistieron,
 Timoteo señaló el cartel que decía "Cerrado" y
 les dio la espalda.
 Las señoras hicieron un gesto de desaliento y
 se alejaron del lugar situado frente al escaparate
 que fue rápidamente ocupado por un vagabundo,
 quien se recostó junto a la pared.
 TiÍnoteo terminó de hacer el aseo, pasó el plu­
 mero por sobre los mostradores, se quedó contem­
 plando por unos instantes un collar de malaquita
 y plata -un tanto llamativo-, y arrastró sus pies
 hasta el perchero donde colgaba su abrigo.
 Apagó  las  luces, bajó la reja que  protegía
 la  entrada  -pero  no la  visión  de las  joyas
 que brillaban débilmente sobre el pequeño
 escaparate-,  dio tres vueltas a  la llave del
 candado y se la guardó en el bolsillo. Echó una
 mirada distraída al hombre que acurrucado contra
 la pared roncaba con estruendo, y se sobresaltó           1/
 con la bocina de un bus que casi pasa a llevar a         //?,
 un camión de mudanzas estacionado frente a la              /
 joyería. Miró el cielo negro y amenazante, se subió       //
 el cuello de su abrigo y caminó con pasos lentos           -
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 • hacia la estación del metro más próxima.                �-
 Con la primera llovizna los transeúntes fueron
 desapareciendo. Solo quedaron el vagabundo y
 los hombres del camión, que reían con estruendo.   i½  �  �
 Cuando la lluvia comenzó a caer más fuerte se   /  ;jl•✓:
 apagaron súbitamente los faroles de la calle, fren­  J>�;'f 0
 te a la joyería, y el tipo echado en la vereda, ya sin


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