Page 90 - Trece Casos Misteriosos
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-¿No tenía las joyas aseguradas? -preguntó                          Las palabras de Levi hicieron que Timoteo
         el inspector                                                        levantara de golpe la cabeza, extrañado.
            -Sí, sí, pero, ¡es primera vez que me sucede                        El inspector Soto, que lo estaba mirando, pidió
         algo así y usted comprenderá, inspector! -y un                      permiso para usar el teléfono.
         puño de Levi golpeó el vacío con impotencia.                           Su  conversación  fue muy breve.  Cuando
            -Bueno, volvamos a lo que hizo anoche -re­                       volvió, su rostro estaba serio:
         pitió Soto.                                                            -Señor Levi, puede tomar un abogado. Lo
            -¿ Qué más quiere que le diga? Me pasé vien­                     acuso de autorrobo.
         do televisión hasta las dos de la mañana y luego
         a dormir. ¡Si hubiera sabido lo que estaba suce­                       Querido lector, para el inspector Soto el caso
         diendo aquí!                                                        era claro. Y logró comprobar ante el juez que no
            El inspector dio unos pasos por la habitación                    estaba equivocado ¿Cuáles fueron las evidencias
         y examinó la vitrina: trozos de vidrio se veían                     que lo llevaron a esa conclusión?
         aún sobre la acera y una piedra era ahora la única
         joya que lucía sobre el tapiz de terciopelo azul del
         escaparate.
            -¿Seguro que no quieren agregar algo más a
         su dedaración? -dijo Soto mirando al dueño y
         al ayudante.
            -Bueno. Había un camión de mudanzas esta­
         cionado al frente -dijo Timoteo, aún tembloroso.
            -¿Y cómo no lo habías dicho antes, Timoteo?
         ¡Eso puede ser vital! -habló Levi, exaltado.
            -Sí, sí, todo es vital. Me pregunto qué hacía
         una empresa de mudanzas a una hora tan poco
         usual -murmuró el inspector.
            -¡Es seguro que tiene algo que ver! -excla­
         mó Levi-. Y se aprovecharon de la oscuridad de
         la acera y de la falta de alarma. ¡Las condiciones
         ideales!




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