Page 91 - Trece Casos Misteriosos
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-¿No tenía las joyas aseguradas? -preguntó  Las palabras de Levi hicieron que Timoteo
 el inspector   levantara de golpe la cabeza, extrañado.
 -Sí, sí, pero, ¡es primera vez que me sucede  El inspector Soto, que lo estaba mirando, pidió
 algo así y usted comprenderá, inspector! -y un   permiso para usar el teléfono.
 puño de Levi golpeó el vacío con impotencia.   Su  conversación  fue muy breve.  Cuando
 -Bueno, volvamos a lo que hizo anoche -re­  volvió, su rostro estaba serio:
 pitió Soto.   -Señor Levi, puede tomar un abogado. Lo
 -¿ Qué más quiere que le diga? Me pasé vien­  acuso de autorrobo.
 do televisión hasta las dos de la mañana y luego
 a dormir. ¡Si hubiera sabido lo que estaba suce­  Querido lector, para el inspector Soto el caso
 diendo aquí!   era claro. Y logró comprobar ante el juez que no
 El inspector dio unos pasos por la habitación   estaba equivocado ¿Cuáles fueron las evidencias
 y examinó la vitrina: trozos de vidrio se veían   que lo llevaron a esa conclusión?
 aún sobre la acera y una piedra era ahora la única
 joya que lucía sobre el tapiz de terciopelo azul del
 escaparate.
 -¿Seguro que no quieren agregar algo más a
 su dedaración? -dijo Soto mirando al dueño y
 al ayudante.
 -Bueno. Había un camión de mudanzas esta­
 cionado al frente -dijo Timoteo, aún tembloroso.
 -¿Y cómo no lo habías dicho antes, Timoteo?
 ¡Eso puede ser vital! -habló Levi, exaltado.
 -Sí, sí, todo es vital. Me pregunto qué hacía
 una empresa de mudanzas a una hora tan poco
 usual -murmuró el inspector.
 -¡Es seguro que tiene algo que ver! -excla­
 mó Levi-. Y se aprovecharon de la oscuridad de
 la acera y de la falta de alarma. ¡Las condiciones
 ideales!




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