Page 84 - Trece Casos Misteriosos
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El caso del joyero an ustiado
                                                                                                              g







                                                                              Ya estaban cerrando los locales comerciales de la
                                                                              calle Providencia y las pesadas cortinas metálicas
                                                                              caían una tras otra. En el interior de la joyería El
                                                                             Zafiro Azul, don Pablo Levi daba las últimas reco­
                                                                              mendaciones a su fiel ayudante Timoteo:
                                                                                -Cierra tú, por favor. Estoy muy cansado y
                                                                              me iré directo a la cama: no me quiero perder,
                                                                              además, las noticias de esta noche en la televisión.
                                                                                -Váyase tranquilo, don Pablo. Yo me encargo
                                                                              -le contestó el viejo con voz cansada.
                                                                                Pablo Levi se abotonó el abrigo con cuidado,
                                                                              encendió un cigarrillo y recorrió el lugar con la
                                                                              mirada. Todo parecía estar en orden: la caja fuerte
                                                                             cerrada, las joyas bajo llave en sus escaparates, los
                                                                              catálogos ordenados y en su lugar.
                                                                                -Recuerda que mañana temprano vienen a
                                                                             reparar el sistema de alarma -fueron sus últimas
                                                                             palabras antes de salir.
                                                                                El viejo empleado refunfuñó en voz baja y
                                                                             comenzó a pasar la aspiradora por la alfombra.
                                                                             Unos golpes lo hicieron levantar la cabeza: eran
                                                                             dos señoras de aspecto elegante, que con sonrisas



                                                                                                                            83
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