Page 76 - Trece Casos Misteriosos
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amigos volvieron a rec_ordar su prueba de quími­                     Su único pensamiento durante el viaje hacia la
           ca y se despidieron apresurados. Ignacio, Marce-                  universidad fue tener una rápida reunión con sus
          .  lo, Felipe y Gonzalo se alejaron arrastrando sus                amigos y aclarar con ellos el misterio. Alguien
           zapatillas deportivas y las manos en los bolsillos                tendría que explicar muchas cosas, porque -no
           de los gastados jeans. Uno a uno fueron entrando                  cabía duda- uno de ellos había sacado durante
           en sus casas del barrio.                                          la noche su fabuloso regalo.
             Cuando Marcelo, el último en traspasar la reja
           de su antejardín, llegaba a la puerta de entrada,                    Luego de la prueba de química, que fue
           la lluvia comenzó a caer copiosa.                                 difícil y larga, los cinco estudiantes de primer año
              A las once de la noche, un par de zapatillas                   de ingeniería se reunieron en la casa de Felipe,
           blancas saltaron, esquivando charcos y llegaron                   invitados por este a tomar unas bebidas. Todos
           hasta el garaje de Rodrigo. Una mano nerviosa                     bromeaban, ya relajados de haber pasado la
           abrió la puerta y buscó bajo la mesa con botellas                 prueba, menos Rodrigo, que miraba hosco a cada
           y tarros. Luego, la figura enfundada en jeans em­                 uno de sus compañeros.
           pujó silenciosa la moto hacia la calle solitaria.                    -Ánimo, hombre. ¡Tan mal no te puede haber
             Dos horas después, la misma figura repetía                      ido!  -bromeó Marcelo, dirigiéndose al serio
           la operación, pero a la inversa. Después corrió                   amigo.
          por el barrio y una puerta se cerró con un tenue                      -Estás con cara de funeral -comentó Gonza­
          chasquido.                                                         lo, subiendo el volumen de la música.
             A la mañana siguiente, los cinco amigos se le­                     -¡Y teniendo esa moto, andar así me parece
          vantaron temprano para ir a clases. Pero Rodrigo,                  increíble! -El tono de Felipe era de enojo.
           antes de salir, abrió el garaje para dar el primer                   Ignacio, por  su parte,  solo se  encogió de
          vistazo del día a su flamante moto. De inmedia­                    hombros, mientras tomaba un sorbo de su bebida.
          to, algo llamó su atención: las relucientes ruedas                    Rodrigo se  puso de  pie  y apagó con gesto
          del día anterior y los impecables cromados que                     brusco el equipo de música.
           habían despertado la admiración de sus amigos,                       -Tengo que hablar con ustedes a propósito de
          estaban ahora llenos de salpicaduras de barro. Su                  la moto -comenzó.
          ceño se endureció y buscó las llaves: allí estaban,                   Todos lo miraron, extrañados de su gravedad.
          en el mismo lugar donde él las había dejado. Tuvo                     -¿Qué te pasa, Rodrigo? -preguntó Felipe,
          un momento de indecisión, pero miró la hora y                      sirviendo más bebidas en cada vaso.
          salió corriendo para alcanzar el bus que pasaba                       -Alguien sacó mi moto anoche y la dejó toda
          por la esquina.                                                    embarrada -dijo bruscamente Rodrigo.


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