Page 74 - Trece Casos Misteriosos
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Los amigos se quedaron en silencio.
                                                                               -¿Te imaginas el impacto que yo causaría en
                                                                             Francisca si me viera llegar en esa moto? -sus­
                                                                             piró Gonzalo.
                                                                                       -¡Fiuuu! -fue la respuesta de Felipe,
                                                                                        aún con sus manos en los bolsillos y
                                                                                           acariciando la moto, ahora con
                                                                                             su mirada. Rodrigo golpeó sus
                                                                                               palmas.
                                                                                                  -Bueno, por hoy se guar­
                                                                                                 da-dijo, mientras empuja­
                                                                                                  ba suavemente el vehículo
                                                                                                   hacia el garaje-. ¡Acuér­
                                                                                                    dense de  la  prueba  de
                                                                                                    química de mañana!
                                                                                                      -¡Tener  una  moto
                                                                                                    nueva y pensar en estu­
                                                                                                    diar! -comentó Marcelo.
                                                                                                      -¿Y vas a dejar la lla-
                                                                                                   ve puesta? -se sorpren­
                                                                                                   dió Ignacio.
                                                                                                     -¿Estás loco? La deja­
                                                                                                   ré escondida -y Rodrigo
                                                                                                   colgó la llave en un clavo,
                                                                                                   bajo un mesón atiborra­
                                                                                                   do de botellas y tarros de
                                                                                                   pintura viejos.
                                                                                                      Luego de dar  una  úl­
                                                                                                  tima ojeada a la moto y de
                                                                                                preguntar a su dueño todo
                                                                                              tipo de detalles técnicos,  los



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