Page 25 - Trece Casos Misteriosos
P. 25
pensar en las velas que traerá la torta. Álvaro
Se sentaron en torno a una mesa ovalada cu¡
'rta por un mantel de encajes y dos candelabros insistió en que no debía faltar ni una ...
plata hacían juego con los cubiertos. -¡Ay, tantas velas! ¡Qué horror! -se escuchó
Los Gómez -él, alto y de bigotes tiesos; ella, musitar a Lulú. Álvaro dijo "permiso" y se puso
bajita y de anteojos- no dejaban de hablar ni de de pie. Demoró unos segundos en sacar un es
tuche negro de su bolsillo, ante una audiencia
contar sus problemas domésticos. expectante. Adela no contenía su nerviosismo y
-Mi Martita sueña con un anillo como los.de
Lulú, pero yo le digo que primero está cam iar el miraba a Lulú de reojo.
�
auto y alfombrar la casa -dijo Gómez, moviendo Cuando Álvaro abrió el estuche, catorce ojos
sus bigotes al hablar. estaban fijos en él.
-¡Oh! -fue el murmullo general cuando
Martita, para apoyar a su marido, estiró su
mano desnuda y dijo con mucha suavidad: apareció la joya: tres vueltas de perlas naturales
-Mientras tanto, me estoy dejando crecer las grises y tornasoladas cubrieron en unos instantes
uñas. el desnudo cuello de Adela.
-¡Querido! ¿ Cómo pudiste? ¡Gracias! -dijo
Víctor hizo tintinear los cubos de hielo dentro Adela, poniéndose de pie para besar a su marido
del vaso y dijo:
-Muy interesante la conversación, pero per- y observar a hurtadillas la expresión de su amiga.
-¡Vaya, este sí que es un marido espléndido!
mítanme interrumpirlos para excusarme por se Una sola de esas perlas pagaría mi viaje a Europa
guir cenando con whisky en lugar de vino: ¡no me de ida y vuelta -comentó Laura, amargada.
gusta mezclar!
-Antes la salud que la buena educación -¡Alégrate, mujer, alégrate! No siempre una
-bromeó con estruendo Gómez. amiga cumple cincuenta años -observó Lulú.
-¡La torta! ¡La torta! -pidió en ese momento
En ese momento Adela miró el reloj por segun
da vez en la noche: eran casi las doce. Hizo una la señora Gómez, con tono infantil.
-¡No te apures tanto, Martita! Antes brinde
seña disimulada a su esposo Álvaro; entonces alzó mos por esas perlas. Hacía tiempo que no veía
sus manos y pidió silencio:
-Adela, ¿qué prefieres? ¿La sorpresa antes o algo tan bello y auténtico -interrumpió Víctor
después de la torta? levantando su vaso de whisky.
-Tienes una fortuna en tu cuello, querida
-¿Sorpresa? -exclamó Adela, fingiendo
asombro, aunque inconscientemente tocó su Adela -comentó Sergio-. Supongo que lo
propio cuello-. ¡Por favor, ahora! No quiero ni habrás asegurado, Álvaro.
22 23