Page 27 - Trece Casos Misteriosos
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-Aún no -contestó el aludido.
             Los Gómez, mientras tanto, observaban en si­
          lencio y abstraídos la triple hilera de perlas grises
          y nacaradas.
             En ese momento entró un enguantado mozo
          con una enorme torta entre sus manos.
             -Apaguen la luz -ordenó Álvaro.
             Martita Gómez se levantó y se acercó al inte­
          rruptor. Bastó un movimiento para que el comedor
          quedara iluminado solamente por la luz de las
          cincuenta velitas.
             Adela se puso de pie y se acercó a la torta. Los
          otros la rodearon.  Sopló, y cuando apagaba las
          últimas cinco pequeñas llamas, todos gritaron y
          Adela se sintió abrazada por sus amigos.
             Entre  besos y felicitaciones pasaron algunos
          segundos hasta que alguien nuevamente prendió
          la luz. En ese momento se oyó el grito:
             -¡Mi collar!
             Los invitados estaban ahora sentados en el living.
          Adela, en un sillón, miraba, pálida y nerviosa, a su
          esposo que se paseaba a lo largo del salón.
             -Si es una broma, ya dura demasiado -dijo
          Álvaro con voz seca-. Ese collar me ha costado
          varios miles de dólares y debe aparecer ahora.
            -¿No sentiste nada en el cuello? -inquirió la
          señora Gómez, con una mirada asustada tras sus
          gruesos anteojos.
            -Bueno, todos me abrazaron. Solamente que,
          no, no sé. ¡Estoy tan confundida! -gimió Adela.





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