Page 26 - Trece Casos Misteriosos
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-Aún no -contestó el aludido.
Los Gómez, mientras tanto, observaban en si
lencio y abstraídos la triple hilera de perlas grises
y nacaradas.
En ese momento entró un enguantado mozo
con una enorme torta entre sus manos.
-Apaguen la luz -ordenó Álvaro.
Martita Gómez se levantó y se acercó al inte
rruptor. Bastó un movimiento para que el comedor
quedara iluminado solamente por la luz de las
cincuenta velitas.
Adela se puso de pie y se acercó a la torta. Los
otros la rodearon. Sopló, y cuando apagaba las
últimas cinco pequeñas llamas, todos gritaron y
Adela se sintió abrazada por sus amigos.
Entre besos y felicitaciones pasaron algunos
segundos hasta que alguien nuevamente prendió
la luz. En ese momento se oyó el grito:
-¡Mi collar!
Los invitados estaban ahora sentados en el living.
Adela, en un sillón, miraba, pálida y nerviosa, a su
esposo que se paseaba a lo largo del salón.
-Si es una broma, ya dura demasiado -dijo
Álvaro con voz seca-. Ese collar me ha costado
varios miles de dólares y debe aparecer ahora.
-¿No sentiste nada en el cuello? -inquirió la
señora Gómez, con una mirada asustada tras sus
gruesos anteojos.
-Bueno, todos me abrazaron. Solamente que,
no, no sé. ¡Estoy tan confundida! -gimió Adela.
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