Page 21 - Trece Casos Misteriosos
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DIJ
El caso de las erlas grises
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La señora Fernández cumplía cincuenta años
y esa noche recibiría a sus amigos más íntimos
a cenar. De pie frente al espejo de medialuna se
contempló otra vez. ¿Representaba los cincuenta?
Según Álvaro, su marido, nadie diría que sobre
pasaba la cuarentena, pero ella a veces dudaba de
tales afirmaciones. Aunque la vida no le había
sido difícil, ni mucho menos, sus ojos ya sin el
brillo de la juventud, sus carnes un poco sueltas
bajo la barbilla y esas malditas manchas en las
manos revelaban a la futura abuela.
Suspiró y terminó de acomodar sus cabellos en
un moño. El vestido dejaba ver un cuello desnudo,
empolvado y blanco, listo para recibir el regalo
de Álvaro. Por supuesto que lo había elegido ella
misma, y había sido la primera vez en su vida
que una joya le producía tal placer: ¿sería que
los años le habían traído también un apego a las
cosas materiales? ¿O era un inconfesado deseo de
impactar a su amiga Lulú, que se jactaba siempre
de tener las joyas más lindas de Santiago? Con una
somisa, derramó gotas de perfume tras sus orejas.
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