Page 29 - Trece Casos Misteriosos
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-Tienes que pensar bien, Adela -habló Álva
ro-, esto no es broma. la dueña de casa, movía nervioso el pie, frunciendo
el ceño.
-Alguien tiene el collar, y de eso no tengo la
menor duda. ¿Por qué no comienzas por interro Pronto se oyeron las campanillas del timbre:
gar al mozo? -preguntó Lulú, molesta. la policía.
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-Eliseo está fuera de duda -replicó seguro y Cuando l inspector Soto irrumpió en el living,
aún más serio el dueño de casa-. Está con noso el dedo de Alvaro apuntó a uno de sus invitados:
-Creo, señor inspector, que esa es la persona
tros hace veinte años y pongo mis manos al fuego culpable.
por él. Además, en ese momento se había retirado.
-¿Manos al fuego, dijiste? -saltó Adela con Y sucedió que no se equivocaba. Las pesquisas
la voz aguzada-. ¡Eso era! del inspector, famoso por su eficiencia -y
-¿De qué hablas? -preguntó la voz tensa de también por sus grandes orejas-, corroboraron
Sergio, a su lado. su afirmación.
-¡Manos! ¡Pero muy heladas! ¡Eso fue lo que
sentí en el cuello! ¡Unos dedos muy, muy helados , Y bien, lector, ¿podrías deducir tú, al igual que
y luego el pequeño tirón! Alvaro, quién es el ladrón y qué lo delató?
Miró trémula a su esposo.
Álvaro observó a sus invitados uno por uno,
y se decidió:
-Amigos míos, tendré que llamar a la policía,
porque entre ustedes está el ladrón.
Lo que siguió, mientras el dueño de casa se
dirigía al teléfono, no es difícil de adivinar: voces
� iradas, un intento de desmayo de Laura y sollozos
de Lulú. Los Gómez, muy juntos, se abrazaban.
Laura, recostada en el sillón, miraba con terquedad
un punto fijo del cuadro de Pacheco Altamirano.
Lulú, con ojos ausentes, jugueteaba con sus
cadenas de oro. Víctor sostenía firme el vaso de
whisky con hielo que no había abandonado en
toda la noche. Sergio, por su parte, sentado junto a
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