Page 115 - Trece Casos Misteriosos
P. 115

Pero doña Doralisa ya estaba en la calle y corría   -Parto en misión: este será nuestro cuartel ge­
 con un plato y una botella de leche, sin hacer caso   neral y nadie podrá entrar ni salir sin mi autoriza­
 de sus vecinos.   ción. Tú, Josefa, te quedas aquí cuidándola.
 -¡Tutaaa! ¡Tutaaa! ¡Mininooo! -llamaba ahora   -¡Ah, noo! Yo te acompaño, porque doña Dora­
 con voz dulce y ojos húmedos.   lisa se muere de ganas de descansar -dijo la niña,
 A las nueve de la mañana Tutankamón aún   lanzando a su hermano una mirada de furia-.
 no aparecía. Doña Doralisa casi se desmayó en la   Además, está respirando muy raro, ¿no es cierto,
 acera y los dos hermanos salieron a buscarla.   doña Doralisa?
 -Si no vuelve Tutankamón, ya no tengo razón  -Tutankamón -musitó la viejita.
 de vivir -gemía la viejecita.   -¿  Ves? -dijo Josefa-. Ella quiere soñar con el
 Los niños la habían llevado a la casa y, recostada   gato. ¡Vamos!
 en su mecedora de mimbre, se dejaba abanicar   El plan de Diego era recorrer casa por casa en
 por Diego con una revista mientras Josefa, con los   el pasaje, hasta obtener alguna pista. En realidad,
 ojos muy abiertos, le refrescaba las sienes con un   Tutankamón era un  gato gordo, antipático y
 pañuelo mojado.   maullador, que no despertaba las simpatías de los
 Diego entonces ofreció:   vecinos. ¡Pero de ahí a desear su muerte había una
 -No se preocupe, doña Dora, le prometo por  diferencia!
 mi honor que le traeré el gato de vuelta, vivo o   Provistos de una grabadora para registrar las
 muerto.   declaraciones de los sospechosos -la manejaría
 Un puntapié de su hermana y un sofoco de la   Josefa-,  los  dos hermanos  comenzaron  la
 viejita -que puso los ojos en blanco y comenzó a   pesquisa. En una casa les abrió la señora Torres;
 ahogarse- lo hizo rectificar.   tenía a su guagua en brazos. Se veía ojerosa y
 -Quiero decir vivo. Déme dos horas y tendrá a  demacrada. Habló entre bostezos:
 Tutankamón -añadió con voz de agente del FBI.   -Por favor, niños, no hablen fuerte; recién
 Doña Doralisa pareció reanimarse. Josefa susu­  logro que se duerma. Me he pasado la noche
 rró al oído de su hermano:   en vela. El pobrecito lloraba y  yo no tenía la
 -¿Para qué te comprometes? ¿Y si el gato está  mamadera para darle más leche.
 muerto?     -¿La mamadera? ¿Se le quebró? -preguntó
 Con un empujón firme, Diego la alejó de él; se   Josefa, mirando al bebé.
 paró muy tieso y reiteró:   -No sé, pasé tan mala noche, y en la confusión.




 112                                                   113
   110   111   112   113   114   115   116   117   118   119   120