Page 113 - Trece Casos Misteriosos
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El caso del gato perdido







         Seis de la mañana. Los gritos de doña Doralisa
         despertaron al vecindario:
            -¡Tutankamón! ¡Tutankamóooon! ¡Tu leche,
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            Del segundo piso de  un  pasaje del barrio
         Ñuñoa, la cabeza blanca y despeinada se agitaba
         de un lado a otro.
            Diego, su vecino, abrió la ventana de su pieza y,
         asomándose con rostro soñoliento, preguntó:
            -¿Qué pasa, doña Doralisa? ¡Estamos en vaca­
         ciones, no siga gritando!
            -¿No has visto a Tutankamón, hijo? ¡No está en
         su canasto por primera vez en mil cincuenta ma­
         ñanas ... ! ¡Tutankamóoon! ¡Tutankamóoon! -siguió
         llamando en todas direcciones.
            Josefa también despertó. Restregando sus ojos
         se arrimó a su hermano Diego, sin entender aún de
         qué se trataba el barullo.
            -¡Tutankamóoon! -seguían los gritos destem­
         plados de la anciana.
            Las ventanas fueron abriéndose de una en una,
         y varias caras dormidas y furibundas comenzaron
         a pedir silencio.


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