Page 109 - Trece Casos Misteriosos
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-¡Hazle una encerrona! -ordenó el inspector.
         dinero- escondida bajo el asiento delantero
 El chofer del colectivo miró con preocupación esa
         derecho.
 moto que se acercaba peligrosamente a su costado  -¡Ahá!  -dijo Soto, rascándose una de sus
 y disminuyó la velocidad.  enormes orejas-: Lo siento, señores, pero, a me­
 Soto gritó:   nos que alguno confiese, están todos detenidos.
 -¡Alto! ¡Policía!   -Yo no tengo nada que ver en esto -alegó el
 Pero los pasajeros y el chofer del taxi, con los   chofer, con voz agudizada por los nervios.
 vidrios cerrados, parecieron no escuchar.   -¡Ni yo tampoco! -siguió un señor de ante­
 -Adelántalo y crúzate para que se detenga  ojos, levantando las manos en actitud defensiva-.
 -cuchicheó el inspector al oído del motorista,  Soy un pobre empleado bancario y mantengo con
 mientras a su vez hacía señas al chofer con un  esfuerzo a mi familia.
 brazo.     -¡Esto es un atropello! -vociferó un tercer
 Finalmente, en una arriesgadísima maniobra,   hombre  con un impecable  abrigo  negro-.
 el excelente conductor que resultó ser el joven de   ¡Ustedes no saben quién soy yo!
 la moto logró su objetivo: con un gran chirrido de   Junto con hablar sacaba tarjetas de su billetera.
 frenos, el taxi se detuvo en medio de la calle.   -Yo soy un honrado vendedor viajero y jamás
 La suerte estaba del lado de Soto: dos carabi­  he tenido que ver con la policía -dijo a su vez un
 neros hacían guardia en una esquina y, al ver esta   hombre de bigotes que, por su voz nasal, mostra­
 extraña maniobra, corrieron hacia ellos.   ba un evidente romadizo.
 -¡Inspector Soto! -gritó este, con sus creden­  -Yo, yo, pe pe pero, no entien do do lo que pa
 ciales en alto-. ¡Necesito ayuda! ¡En este taxi va   pa pa pasa -gimió el último, tartamudeando con
 un ladrón!   gran desconcierto.
 Los carabineros desenfundaron sus pistolas de   -¡Todos a la comisaría! -ordenaron los cara­
 servicio e hicieron descender a los ocupantes del   bineros con gesto decidido.
 auto. Eran el chofer más cuatro hombres vestidos   Uno de ellos ya pedía ayuda a través de su
 con trajes oscuros, que miraron sorprendidos.   walkie talkie. La sirena del radiopatrullas no tardó
 -¡Regístrenlos! -ordenó el inspector.  Los   en oírse.
 carabineros procedieron. Pero, ante el asombro   El inspector Soto terminó de rascar concien­
 de Soto, ninguno de ellos tenía ni arma ni billetes.   zudamente su otra oreja. Miraba fijo a cada uno
 Sin embargo, una rápida investigación dentro   de los sospechosos que permanecían sujetos con
 del auto mostró una bolsa -con la pistola y el   firmeza de un brazo por los policías. Entonces
         Soto, con su voz ronca, habló:
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