Page 106 - Trece Casos Misteriosos
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Con la rapidez propia de su oficio se dio vuelta                  La persecución fue espectacular. El colectivo,
          para ver, ante sus propios ojos, a un encapuchado                 gracias a los semáforos en verde, seguía en forma
          que encañonaba a la muchacha con una pistola en la                expedita por la gran calle de su recorrido. Pero la
          sien. Los ojos del hombre brillaron al fijarse en Soto            moto, más veloz que cualquier auto y guiada por
          y, con un gesto, le indicó inmovilidad. El inspector              un adolescente que, en ese momento, se sentía pro­
          vio cómo la tela se hundía bajo una boca abierta.                 tagonista de una serie policial, no perdía terreno.
             Su mente funcionó a toda velocidad. Si él ac­
          tuaba, el hombre podía herir a la mujer -tal era la
          decisión en su gesto-, mientras ella depositaba el
          dinero en una bolsa. La cajera obedecía con manos
          temblorosas y emitía unos entrecortados quejidos
          cuando el encapuchado la apuraba con golpes de
          cañón contra su nuca.
             No había pasado un minuto. El ladrón comen­
          zó a retroceder y sin dejar de apuntar alterna­
          damente a la mujer y a Soto, que estaba un par
          de metros tras ella, desapareció corriendo por la
          puerta principal.
             Soto, sin siquiera ocuparse de la cajera que se
          desvanecía como en cámara lenta, salió hecho
          un celaje tras el enmascarado. Lo vio correr por
          la solitaria avenida, desprender de un tirón su
          máscara de tela y abordar un taxi colectivo que
          pasaba en ese momento por la esquina.
             Los ojos de lince de Soto buscaron con rapidez
          un vehículo para seguirlo. Solo vio a un joven en
          moto que aparecía por la orilla de la calle, junto
          a la vereda.
             -¡Soy policía! ¡Ayúdeme!  ¡Siga a ese taxi!
          -gritó Soto, montando a horcajadas tras el joven,
          que, sin dudarlo un instante, aceleró a fondo.


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