Page 107 - Trece Casos Misteriosos
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Con la rapidez propia de su oficio se dio vuelta   La persecución fue espectacular. El colectivo,
 para ver, ante sus propios ojos, a un encapuchado   gracias a los semáforos en verde, seguía en forma
 que encañonaba a la muchacha con una pistola en la   expedita por la gran calle de su recorrido. Pero la
 sien. Los ojos del hombre brillaron al fijarse en Soto   moto, más veloz que cualquier auto y guiada por
 y, con un gesto, le indicó inmovilidad. El inspector   un adolescente que, en ese momento, se sentía pro­
 vio cómo la tela se hundía bajo una boca abierta.   tagonista de una serie policial, no perdía terreno.
 Su mente funcionó a toda velocidad. Si él ac­
 tuaba, el hombre podía herir a la mujer -tal era la
 decisión en su gesto-, mientras ella depositaba el
 dinero en una bolsa. La cajera obedecía con manos
 temblorosas y emitía unos entrecortados quejidos
 cuando el encapuchado la apuraba con golpes de
 cañón contra su nuca.
 No había pasado un minuto. El ladrón comen­
 zó a retroceder y sin dejar de apuntar alterna­
 damente a la mujer y a Soto, que estaba un par
 de metros tras ella, desapareció corriendo por la
 puerta principal.
 Soto, sin siquiera ocuparse de la cajera que se
 desvanecía como en cámara lenta, salió hecho
 un celaje tras el enmascarado. Lo vio correr por
 la solitaria avenida, desprender de un tirón su
 máscara de tela y abordar un taxi colectivo que
 pasaba en ese momento por la esquina.
 Los ojos de lince de Soto buscaron con rapidez
 un vehículo para seguirlo. Solo vio a un joven en
 moto que aparecía por la orilla de la calle, junto
 a la vereda.
 -¡Soy policía! ¡Ayúdeme!  ¡Siga a ese taxi!
 -gritó Soto, montando a horcajadas tras el joven,
 que, sin dudarlo un instante, aceleró a fondo.


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