Page 66 - Quique Hache Detective
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-¿Y quién te contrató?  -me  preguntó
                                                                             cuando  intentaba  detener  la risa  aunque  no
                                                                             lo conseguía.
                                                                                     -La dueña de una empresa de buses, la
                                                                             señora  Gallardo.  Necesitan  al  arquero  antes
                                                                             del  sábado  para  el  último  partido  del  Ferro
                                                                             Quilín.
                                                                                     -Justamente,  ahí está el  problema en­
                                                                             tonces -dijo Charo.
                                                                                     -¿Qué problema?
                                                                                     La  pregunta  quedó  sin  respuesta.  Por
                                                                             el acceso de la estación aparecieron dos hom­
                                                                             bres  con caras  poco  amistosas.  Estiraron  los
                                                                             brazos  adelante,  como  zombies,  intentando
                                                                             atraparnos. Charo gritó:
                                                                                    -¡Corre!
                                                                                     Por  supuesto,  hice  todo  lo  contrario,
                                                                             quedé paralizado.  Ella en cambio saltó hacia
                                                                             atrás y sin esperar se arrojó  desde el andén a
                                                                             la vía. Al caer se dobló un pie, pero logró le­
                                                                             vantarse y correr por entre los vagones oxida­
                                                                             dos.  En  el  fondo,  aparecieron  otros  dos
                                                                             hombres  que  le  cerraron  el  paso.  Charo  en­
                                                                             tonces  intentó  subir  a  una  muralla,  pero  al
                                                                             comprobar que era imposible volvió corrien­
                                                                             do hasta el andén, donde yo miraba todo co­
                                                                             mo si fuera una película de acción que pasaba
                                                                             ante  mis  ojos.  Con  una  rapidez  increíble  se



                                                                                                    67
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