Page 41 - Quique Hache Detective
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-No es de tu incumbencia el asunto de  -Charo -le  grité antes  de  que se  per­
 Cacho Ramírez. Esto es una advertencia -dijo.   diera. Ella se detuvo y volvió a decir:
 -¿Cómo te llamas? -pregunté con una  -No te metas, por el bien de Cacho.
 voz  de  violín  en  concierto.  También  la  pre­  Saltó y quedé otra vez solo. Un gato es­
 gunta fue inesperada para ella.  Bajó la guar­  carbaba entre la basura buscando algo que co­
 dia y respondió:   mer. Volví a la calle tratando de orientarme.
 -Charo.         Alcancé  el  colectivo  sin  necesidad  de
 -Charo -repetí el nombre para memo-  llegar a la placita del Alférez.  Recorrimos  i ­
                                                        V
 rizarlo.   cuña  Mackenna  llena  de  automóviles  hasta
 -Lo que queremos que entiendas -vol­  lrarrázaval.  Subí a una micro y me dejé caer
 vió ella,  más controlada- es que no deberías   en el asiento. Estaba cansado y confundido.
 buscar a Cacho, puede ser peligroso.   Cuando llegué a mi casa, Gertrudis me
 -¿No es verdad lo del secuestro?  esperaba  preocupada. Se enojó por no avisar­
 El gordo quiso seguir mintiendo, pero  le. Estaba inquieta, imaginándose lo peor. In­
 Charo no se lo permitió.   cluso  había  estado  a  punto  de  telefonear  al
 -Deja las cosas como están,  puede ser  sargento  Suazo  de  la  comisaría,  uno  de  sus
 peligroso para ti si sigues haciendo preguntas.   novios.  Al  final  dijo  que seguro  se  moría  de
 -¿ Ustedes saben dónde está el arquero?  un infarto si yo seguía de detective,  que me­
 -insistí.  El  murmullo  entre  los  demás  dejó  jor  me iba  en un  bus  hasta  Concón,  donde
 tensa la conversación. Charo respondió:  me esperaban mi mamá y papá, Sofía mi her­
 -No exactamente, pero debe estar bien  mana,  los  primos,  los  partidos  de baby fút­
 donde está.   bol, los asados y los atardeceres junto al mar.
 -Lo necesitan para el partido del sábado.  Esperé que terminara y le dije a la Ger­
 -Es peligroso que él aparezca.  tru que tenía novedades en el caso del arque­
 Hasta ahí llegó la conversación. Tal como  ro. Ella cambió la cara enseguida, le apareció
 el grupo había aparecido, comenzó a perderse.   la famosa sonrisa tren, larga en su boca, entre
 Arriba, sobre nuestras cabezas,  el cielo   sus dientes impecablemente blancos:
 parecía una naranja gigante.   -Habla -me exigió.



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