Page 105 - Quique Hache Detective
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el  mundo  buscando  a  un  hombre  perfecto   había explicado que eso de los testamentos era
 para casarse. Según ella no lo había encontra­  cosa de películas.  Son los hijos los que here­
 do  después  de recorrer  casi  todo  el  mundo,   dan la fortuna de los padres cuando son  viu­
 hasta que llegó a  Chonchi;  allí conoció a un   dos, como era el caso de Don Chemo.
 pescador chilote del que se enamoró.  Por eso   -¿Seguro, Gertru?
 volvía a Santiago, para llegar pronto a V i ena,   -Segurísimo, Quique.
 donde era dueña de una fábrica de  trajes de   «Qué vieja gorda y maldita», pensé. «Y
 novia. Vendería la fábrica y retiraría todos sus   son sus propios empleados los que secuestra­
 ahorros  del  banco  para  regresar  pronto  a   ron a Charo».
 Chonchi con su pescador.   Bajamos por el parque Bustamante con
 Lo único que no me gustó del regreso   gente sentada en el pasto refrescándose del ca­
 en tren fue cuando la Gertru comenzó a ron­  lor de la tarde.  Desde ahí se veía el edificio de
 car  mientras  todos  dormíamos  en  el  vagón.   la CTC, que debe ser el más moderno de San­
 La hacían callar,  pero  ella como  si  caminara   tiago, como el de una película de ciencia fic­
 por la calle y le silbaran desde los  andamios   ción.  Mi  mamá  dice  que  el  edificio  es
 de un edificio en construcción.  No le impor­  horrible,  que parece un celular gigante, y no
 tó nada.  Cuando despertamos al otro día, los   combina con su entorno.  En cambio,  mi pa­
 pasajeros nos miraban con caras de odio. Ella   pá opina que en unos años más todos los edi­
 para disculparse sólo dijo en alta voz antes de   ficios de la ciudad serán como el de la CTC.
 bajar:  «Tengo un problema en la tráquea».   Doblamos por una calle estrecha,  casi
 A la Gertru le conté todas las novedades   sin veredas,  con departamentos apretados. En
 de Intermar,  pero a ella no pareció importarle.   una puerta, la Gertru apretó el botón del ci­
 Dijo que la solución al problema del arquero y   tófono.  Cuando contestaron ella le habló a la
 de  Charo  la  tenía  en  sus  manos,  anotada  en   pared:
 una dirección que llevaba en un papel.  Y ade­  -Gertrudis Astudillo, busco a la seño­
 más, sabía que la señora Gallardo era una men­  ra Magaly.
 tirosa.  Había  hablado  con  su  comadre  Luisa   -Suba -dijo la voz deformada del citó-
 que trabajaba en la oficina de un abogado y le   fono.



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