Page 102 - Quique Hache Detective
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como  si  no  escuchara nada,  caminaba  como
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                                                                                      Gertrudis  Astudillo  venía  de Temuco
                                                                               en  el  sur.  Cuando  yo  era más  chico una vez
                                                                               me llevó a su ciudad natal para las vacaciones
                                    19                                         de invierno. Su casa estaba en un lugar llama­

                                                                               do  Padre Las Casas,  un barrio que comenza­
                                                                               ba después del puente sobre el río Cautín. En
                    Nos juntamos  con  la  Gertru en la                       la ciudad, durante la noche, llovía, pero en el
            salida del metro Baquedano, ahí donde se ce­                      día  sólo  quedaba  nublado.  A  mí  el  viaje me
            lebra  cuando  la  selección  de  fútbol  gana,                    gustó mucho.  Conocí a todos los hermanos y
            pierde o empata. Lo primero que ella me pre­                      sobrinos de la Gertru;  con ellos íbamos a ju­
            guntó fue si había almorzado.  Mentí.  Le dije                     gar cerca del río,  y una vez nos fuimos de ex­
            que  había  comprado  un  plato  de  puré  con                     cursión  al  cerro  Ñielol.  También  me  enteré
            huevos y  cebollas fritas en un  restaurante de                   con ese viaje que allá en Temuco,  a la Gertru
            la plaza Italia. Ella arrugó la nariz y no siguió                 la  esperaban  otros dos novios  que  mantenía
            con el tema, tampoco me creyó.                                    en secreto:  un profesor de educación básica y
                    La  Gertru venía muy elegante.  Cuan­                     otro  que  trabajaba  de  portero  en  el  estadio
             do  salía  a pasear le  gustaba  arreglarse,  sobre              municipal  y que nos dejó entrar  gratis a ver
             todo cuando la invitaba uno de sus novios, el                    un partido del equipo local, Deportes Temu­
             poeta o  el carabinero.  El  poeta  le  pedía que                co, con la Universidad Católica de Santiago.
             no se pintara los labios porque era poco natu­                           Después de  dos semanas regresamos a

             ral. En cambio,  el sargento Suazo le compra­                    la  capital en  tren.  Fue un viaje muy entrete­
             ba  perfumes  y  ropas,  aunque  nada  muy                       nido.  Subimos al  tren como a las ocho de la
             escotado. A la Gertru le encantaba usar vesti­                   noche y llegamos a Santiago al otro día, a las
             dos cortos, minifaldas, porque todavía era jo­                   diez de la mañana.  Cenamos en el coche co­
             ven y la miraban en la calle. Cuando paseaba                     medor.  En el coche dormitorio conocí a una
             le silbaban, pero ella se hacía la desentendida,                 austríaca que  venía de  Chiloé  y  que  recorría


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