Page 104 - Quique Hache Detective
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el  mundo  buscando  a  un  hombre  perfecto                     había explicado que eso de los testamentos era
             para casarse. Según ella no lo había encontra­                   cosa de películas.  Son los hijos los que here­
             do  después  de recorrer  casi  todo  el  mundo,                 dan la fortuna de los padres cuando son  viu­
             hasta que llegó a  Chonchi;  allí conoció a un                   dos, como era el caso de Don Chemo.
             pescador chilote del que se enamoró.  Por eso                            -¿Seguro, Gertru?
             volvía a Santiago, para llegar pronto a V i ena,                         -Segurísimo, Quique.
             donde era dueña de una fábrica de  trajes de                             «Qué vieja gorda y maldita», pensé. «Y
             novia. Vendería la fábrica y retiraría todos sus                 son sus propios empleados los que secuestra­
             ahorros  del  banco  para  regresar  pronto  a                   ron a Charo».
             Chonchi con su pescador.                                                 Bajamos por el parque Bustamante con
                    Lo único que no me gustó del regreso                      gente sentada en el pasto refrescándose del ca­
             en tren fue cuando la Gertru comenzó a ron­                      lor de la tarde.  Desde ahí se veía el edificio de
             car  mientras  todos  dormíamos  en  el  vagón.                  la CTC, que debe ser el más moderno de San­
             La hacían callar,  pero  ella como  si  caminara                 tiago, como el de una película de ciencia fic­
             por la calle y le silbaran desde los  andamios                   ción.  Mi  mamá  dice  que  el  edificio  es
             de un edificio en construcción.  No le impor­                    horrible,  que parece un celular gigante, y no
             tó nada.  Cuando despertamos al otro día, los                    combina con su entorno.  En cambio,  mi pa­
             pasajeros nos miraban con caras de odio. Ella                    pá opina que en unos años más todos los edi­
             para disculparse sólo dijo en alta voz antes de                  ficios de la ciudad serán como el de la CTC.
             bajar:  «Tengo un problema en la tráquea».                               Doblamos por una calle estrecha,  casi
                    A la Gertru le conté todas las novedades                  sin veredas,  con departamentos apretados. En
             de Intermar,  pero a ella no pareció importarle.                 una puerta, la Gertru apretó el botón del ci­
             Dijo que la solución al problema del arquero y                   tófono.  Cuando contestaron ella le habló a la
             de  Charo  la  tenía  en  sus  manos,  anotada  en               pared:
             una dirección que llevaba en un papel.  Y ade­                          -Gertrudis Astudillo, busco a la seño­
             más, sabía que la señora Gallardo era una men­                   ra Magaly.
             tirosa.  Había  hablado  con  su  comadre  Luisa                        -Suba -dijo la voz deformada del citó-
             que trabajaba en la oficina de un abogado y le                   fono.



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