Page 33 - Crónicas de Narnia I - Junio 5to Básico
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VI     EN EL BOSQUE



                  —Ojalá la señora Macready se apresure y se lleve pronto de aquí a toda esa
                  gente —dijo Susana, poco después—. Estoy terriblemente acalambrada.
                        —¡Qué fuerte olor a alcanfor hay aquí! —exclamó Edmundo.
                        —Seguro que los bolsillos de estos  abrigos están llenos de bolas de
                  alcanfor para espantar las polillas —repuso Susana.
                        —Algo me está clavando en la espalda —dijo Pedro.
                        —Además hace un frío espantoso —agregó Susana.
                        —Ahora que tú lo dices, está muy frío, y también mojado. ¿Qué pasa en
                  este lugar? Estoy sentado sobre algo  húmedo. Esto está cada minuto más
                  húmedo —dijo Pedro y se puso de pie.
                        —Salgamos de aquí —dijo Edmundo—. Ya se fueron.
                        —¡Oh!, ¡oh! —gritó Susana, de repente; y, cuando todos preguntaron qué
                  le pasaba, ella exclamó—: ¡Estoy apoyada en un árbol!... ¡Miren! Allí está
                  aclarando.
                        —¡Santo Dios! —gritó Pedro—. ¡Miren allá... y allá! Hay árboles por todos
                  lados. Y esto húmedo es nieve. De verdad creo que hemos llegado al bosque de
                  Lucía después de todo.
                        Ahora no había lugar a dudas. Los cuatro niños se quedaron perplejos ante
                  la claridad de un frío día de invierno. Tras ellos colgaban los abrigos en sus
                  perchas; al frente se levantaban los árboles cubiertos de nieve.
                        Pedro se volvió inmediatamente hacia Lucía.
                        —Perdóname por no haberte creído. Lo siento mucho. ¿Me das la mano?
                        —Por supuesto —dijo Lucía, y así lo hizo.
                        —Y ahora —preguntó Susana—, ¿qué haremos?
                        —¿Que qué haremos? —dijo Pedro—.  Ir a explorar el bosque, por
                  supuesto.
                        —¡Uf! —exclamó Susana, golpeando  sus pies en el suelo—. Hace
                  demasiado frío. ¿Qué tal si nos ponemos algunos de estos abrigos?
                        —No son nuestros —dijo Pedro, un tanto dudoso.
                        —Estoy segura de que a nadie le importará —replicó Susana—. Esto no es
                  como si nosotros quisiéramos sacarlos de la casa. Ni siquiera los vamos a sacar
                  del ropero.
                        —Nunca lo habría pensado así —dijo Pedro—. Ahora veo, tú me has
                  puesto en la pista. Nadie podría decir que te has llevado el abrigo mientras lo
                  dejes en el lugar en que lo encontraste. Y yo supongo que este país entero está
                  dentro de este ropero.
                        Inmediatamente llevaron a cabo el plan de Susana. Los abrigos, demasiado
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