Page 20 - Papelucho - 3° - Julio
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hacerlo y, cuando llegué a casa, ya estaba hablando con mi mamá. De
                  modo que ya le pagué el servicio a la Domitila y estamos a mano.

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                        Después que yo ya sabía que cuando uno trata de ser bueno sale
                  todo al revés, se me olvidó cuando ayudé a la Domitila. Y ahora lo que
                  pasa es que mi mamá la quiere echar. Porque resulta que todavía no ha

                  llegado y ya es la hora del almuerzo y no hay quién barra la casa, ni
                  haga una cosa ni pele una papa.  El desayuno lo tuvo que hacer mi
                  mamá y rezongó tanto, tanto que era como si me martillara la cabeza.
                  Javier y yo arreglamos la pieza y se nos rompió la lamparita del velador.

                  Mi papá dice que si la echa se queda sin nadie todo el veraneo. Por fin,
                  cuando mamá volvió del almacén con unos huevos, jamón y tomates,
                  telefoneó la Domitila para avisar que se había caído del micro ayer en la
                  tarde y que había estado aturdida  hasta ahora. Mi mamá no le cree,

                  pero dice que hay que hacerse el que uno le cree porque si no es peor.
                  En todo caso, Javier y yo vamos  a tener que lavar los platos con la
                  mamá y nadie puede salir para que no quede la casa sola.
                        La pobre Domitila llegó tan cansada que tuvo que dormir toda la

                  tarde y yo no salí para abrir la puerta y resulta que nadie tocó el timbre.
                  Así es que, al último me asomé a la calle y pasó Buzeta en auto y me
                  invitó y salí a dar una vueltecita y resulta que, cuando volví, se había
                  quedado la puerta abierta y habían entrado a robar, y se  robaron el

                  servicio de té del comedor. Mi mamá estaba echa una furia con la
                  Domitila por haber dejado la puerta abierta o por estar durmiendo, pero
                  la cuestión es que en todo caso después no le dijo casi nada para que no
                  se fuera.




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                        Mañana nos vamos al campo. Estoy feliz. Viña era muy aburrida. Es
                  claro que Javier, como anduvo en lancha, se cree genial. Yo no aprendí

                  a nadar porque el mar ni lo deja a uno. Además le dio por castigarme
                  con la cuestión de la ropa y mi  papá se puso firme en que no me
                  compraran más que un par de pantalones y una camisa y, cuando se
                  ensuciaban, me dejaban sin salir. Esto lo llaman educar y yo lo llamo

                  tenerle pica a uno. Por lo demás, yo creo que los grandes también se




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