Page 11 - ¡Ay, cuánto me quiero!
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J 8   Amigo imaginario   ^

 versus monstruos de la noche










 H o y   en  la  mañana  me

 dediqué  a  dibujar  en  mi  jardín.

 Hice  un  retrato  de  mí  mismo.

 Lo  pinté  con  todos  mis  lápices

 de colores.  Me quedó tan lindo,

 que tuve que felicitarme y me di

 un abrazo.

 Estaba  haciéndome  cariño

 cuando vi que  una niña me mi­

 raba  desde  el  jardín  de  al  lado.

 Se  había  asomado  por  sobre  la

 muralla.  Me dijo:

 — Yo  también  tengo  un

 amigo imaginario.
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