Page 10 - ¡Ay, cuánto me quiero!
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J 8       Amigo imaginario                    ^

          versus monstruos de la noche










                H o y   en  la  mañana  me

         dediqué  a  dibujar  en  mi  jardín.

         Hice  un  retrato  de  mí  mismo.

         Lo  pinté  con  todos  mis  lápices

         de colores.  Me quedó tan lindo,

         que tuve que felicitarme y me di

         un abrazo.

                Estaba  haciéndome  cariño

         cuando vi que  una niña me mi­

         raba  desde  el  jardín  de  al  lado.

         Se  había  asomado  por  sobre  la

         muralla.  Me dijo:

                — Yo  también  tengo  un

         amigo imaginario.
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