Page 4 - La Odisea alt.
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«¡Oh Crónida, padre nuestro, el más excelso de los poderosos! ¡Con una
muerte muy del todo apropiada yace él muerto! ¡Como ojalá perezca también
cualquier otro que tales delitos cometa!
»Sin embargo, a mí se me desgarra el corazón por el valeroso Odiseo, el
desventurado, que todavía lejos de los suyos sufre pesares en una isla batida
por las olas, allí donde está el ombligo del mar, isla boscosa donde tiene su
morada una diosa, la hija del temerario Atlante, quien conoce los abismos del
mar todo y que aguanta él solo las enormes columnas que mantienen a
distancia la tierra y el cielo.
»Su hija retiene al infeliz, que se lamenta, y una y otra vez lo embelesa con
suaves y taimadas palabras para que se olvide de Ítaca. Por su parte, Odiseo,
que anhela incluso el ver el humo que se levanta de su tierra, siente deseos de
morir.
»¿Y ni con eso se te conmueve el corazón, Olímpico? ¿Es que no te era
querido Odiseo cuando en tu honor te ofrecía las víctimas que sacrificaba
junto a las naves de los argivos en la anchurosa Troya? ¿Por qué tanto te has
encolerizado contra él, Zeus?».
En respuesta le habló el amontonador de nubes, Zeus:
«¡Hija mía, qué palabras se te escaparon del cerco de los dientes! ¿Cómo
iba yo a olvidarme tan pronto del divino Odiseo, que tanto sobresale entre los
mortales por ingenio y que más que ninguno ofreció sacrificios a los dioses
inmortales, que habitan el amplio cielo?
»Pero Poseidón, que ciñe la tierra, de continuo sin tregua se mantiene
enfurecido a causa del cíclope, al que le cegó el ojo, a causa de Polifemo, cuyo
poder es supremo sobre todos los cíclopes. Le dio a luz la ninfa Toosa, hija de
Forcis, quien reina sobre el mar estéril, una vez que se unió a Poseidón en
cóncavas grutas. Por eso, en efecto, Poseidón, sacudidor de la tierra, no llega a
dar muerte a Odiseo, pero lo aleja de su tierra patria.
»Mas, venga, nosotros, los aquí reunidos meditemos todos su regreso, a fin
de que llegue. Y Poseidón depondrá su rencor. Porque no podrá sostener su
cólera contra todos los inmortales, él solo en contra de la voluntad de los
dioses».
Le respondió en seguida la diosa Atenea de ojos glaucos:
«Oh padre nuestro, Crónida, el más excelso de los poderosos, si es que ya
ahora les es grato a los dioses felices el que regrese el muy prudente Odiseo a
su hogar, mandemos al instante a Hermes el Argifonte como mensajero a la
isla Ogigia, para que lo más pronto posible le diga a la ninfa de hermosas
trenzas la ineludible decisión, el regreso del sufrido Odiseo, para que él salga