Page 29 - Autobiografia de mi Madre v.2
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:Me senté. Nuestras nUradas no se encontraron; era aún
 de pie, en aquella habitadón provisional con Ja iámpa­  demasiado niña  para hacer  frente  un desafio así, no
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 ra, Un gran océano de todas. las cosas que desconocía   podía hacer otra cosa < 1ue dejarme guiar por el Jnscinto.
 se  abrió ante  rnt  y  sus  poderosas  y  traicioneras co­  Me condu)cron por un  corto cortedor hasta  una
 rrientes empezaron a  girar en mi cabeza una y otra vez   habitación. Aquella iba a ser mi alcoba; mi padre vivía
 hasta que estuve segura de estar muerta.   en una casa en la  que  había  suficientes  habitaciones
 Sólo  me había desmayado. Poco después  abrí los   como  para  9 ue  y o  pudiera ocupar una solo  p ara mí.
 ojos pam ver el rostro de la esposa de mi padre sobre
 el mio, bastante cerca. Tenía e1 rostro del mal. No se   Este hecho insignificante se convittió de inmediato en
 f
 me ocurta ningún otro rostro con el que comparar el   algo esencial  p ara mi vida: asumí sin reparos la eviden­
 suyo; yo sólo sabfa  que su rostro era el del mal. No Je   cia de  gue iba a  gozar de intimidad. J:.1] habitación estaba
 gusté. Lo noté. No sintió afecto por mí. Lo noté. No   iluminada  por una lám para  p e 9 ueña,  del  tamaño  de
 pude ver en seguida el resto de su  persona ...  sólo su   mi ya crecido  puño, a la  luz  de  la  cual  vi mi cama:
  pequeña, de madera, una sábana blanca sobre el col­
 rostro. Pertenecía al pueblo africano y al pueblo fran­  chón relleno de copra, una almohada plana, cuadrada.
 cés. Era de noche y estaba en su casa, así que llevaba el
 cabello descubierto; era sunve y a la vez muy rizado, y   Tenía un lavamanos en el que había una jofaina y una
 lo llevaba dividido  con  la  raya  en  medio  formando   jarra con "í,'lta. No vi nin¡,,una toalla (De todas formas,
  yo entonces  no  sabía  asearme  como  es  debido )  y la
 dos  trenzas  prendidas  con horquillas  por detrás.  Sus   lección que ,más adelante recibí al respecto fue acom­
 labios  tenían la forma propia de las  personas  gue vi­
 ven en un clima frío: eran delgados y poco generosos.   pañada  de  un  montón  de  improperios).  No  había
  ningún  cuadro  en  la  pared.  Las  paredes  no  estaban
 St1s ojos eran negros, pero no estaban llenos de belleza   em p a p eladas; la madera desnuda, de  pino, no estaba
 sino  de  mentira. Tenía  la nariz  larga  y afilada, como   pintada. Era la más sencilla y humilde de las habitacio­
 una flecha; tn.mbién ]os p6mu1os eran prominentes. Yo
 °''. le gustaba. No me  quería. Lo notaba en la expre­  nes,  pero  había  en  ella  más  lujo  del  que  hubiera
   imaginado nunca, n1e ofrecía a1go que hasta entonces
 smn  de su  ro�tro.  I\-ii espíritu se eievó  para afrontar   ni sk1uiera sabia que necesitaba: me  ofrecía soledad.
 • uel desaílo. Sin amor: era capaz de vivir en un lugar  Todo mi pequeño ser podría  encontrar  un poco de
 �
 as1. Conoc,a aquella atmósfera demasiado bien. El amor
 me había defraudado.  EJ amor siempre me defrauda­  paz,  tanto  física co1no espiritual ahí )  en ese  pequeño
 rfa. Podía vivir  perfectamente en un ambiente sin amor- '   espacio gue era mío, en el  q ue  p odía sentarme y hacer
 ,
 pod,a tener mi  propia vida en  aquella atmósfera ca-  balance de mi vjda.
      Me senté en la cama. Tenía el corazón destrozado;
 rente de amor. Me acercó una taza a la  boca, con la   guería llorar, me sentía muy sola. Me sentía en  peligro,
 ot-ta mano me acarició la cata, y sentí frío; me estaba   me sentía amenazada; a cada minuto que pasaba sentía
 dando una infusión, algo para reanimarme, pero sabía   con mayor certeza que al ien deseaba mi muerte. La
                        gu
 � marg , como una pócima dañina. l'vfi  pe q ueña lengua  ... esposa de mí padre vino a darme lás buenas  noches y
 �
 imptdto  que  me entrara  en la boca  más de una gota,   . apagó la lámpara. En ese momento me habló en criollo
 pero  su sabor amargo  teconfortó mi joven corazón.

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