Page 26 - Autobiografia de mi Madre v.2
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pensando, no le conocía lo bastante co1no para adi Entramos en el poblado rodeados de oscuridad.
vjnarlo. Emprendió el camino carretera abajo en la · No había luces por ninguna parte, no ladraba un solo
dirección opuesta de la que llevaba a la escuela. Ague! perro, no nos cruzamos con nadie. Entramos en la
tramo de carretera era nuevo para mí, y sin embargo casa en la que vivía mi padre; había una luz procedente
tenía cierta familiaridad que me hizo sentir triste. Al de una bonita lámpara de cristal, un objeto que yo no
doblar cada curva aparecía el familiar color verde había visto nunca antes; la llama se alimentaba gracias a
oscuro de los árboles que crecían con una ferocidad un líquido claro que contenía la base de la lámpara, en
que ninguna mano había intentado todavía restringir, la que había grabados en relieve que representaban ca
un verde tan implacable que alcanzaba al mismo tiem bezas de animales desconocidos para mí. La lámpara
po una gran belleza y una gran fealdad y sin embargo estaba en una estantería, y la estantería estaba hecha de
t::imbién una gran humildad; era, existía en sí mismo: caoba, con los soportes acabados en forma de garras
no se le podía añadir nada; no se le podía guitar nada. apretadas. La estancia estaba atestada, había una silla
Todos y cada uno de los precipicios que se encontra en la que podían sentarse dos personas al mismo tiem
ban a lo largo de la carretera eran escarpados y po, otras dos sillas individuales y una mesita baja cubierta
peligrosos, y caer por cualquiera de ellos habría su con un pedazo de lino blanco. Las paredes y el tabique
puesto la muerte o quedar tullido para siempre. Y a que separaba aquella habitación del resto de la casa
todas y cada una de las cuestas les seguía una pen estaban forrados de papel, y el papel estaba decorado
diente, siempre estrangulada al fondo por la misma con pequeñas rosas de color pálido. Nunca había visto
exuberancia de plantas florecientes cuvo sentido to nada igual, excepto una vez, mjentras hojeaba un libro
davía desconozco. Y cada una de l¡s curvas que en la escuela, pero la imagen que había visto entonces
giraban a la iZt¡uierda dejaba pronto paso a otra cur era un dibujo gue ilustraba una historia acerca de las
va que giraba a la derecha. actividades domésticas de un pequeño mamífero que
El día empezó entonces a tefiirse con los colores vivía en el campo con su familia. En su madriguera, las
del fin, los colores de un funeral, gris, malva, negro; la paredes estaban cubiertas de un papel parecido. Yo
tristeza que llevaba dentro se me hizo patente. Yo for había creído que aguella historia del pequeño mamífe
maba parte de un cortejo de nostalgia que se iba alejando ro era una invención para divertir a los niños, pero
ele mi antigua vida, una existencia que había vivido du esto era rea]mente la casa de mi padre, una casa con
rante sólo siete años. Pero no me sentí vencida. La una brillante lámpara en una habitación, y una habita
oscuridad de la noche cayó sobre nosotros como siem ción que parecía existir sólo provisionalmente.
pre de repente, sin previo aviso. Tampoco entonces me En aquel mbrnenro me di cuenta de que había
sentí vencida. l\f.i padre me rodeó con e] brazo, como muchas cosas que yo no conocía, aparte de la más
para protegerme de algo: de algún peligro que yo no , importante de las cosas que no conocía: mi madre.
veía en el aire frío, de un espíritu mali gn o, de una caída. conocía a mi padre; no sabia de dónde era ni qué
Al principio su abrazo era suave; luego se fue estrechan tipo de personas o cosas le gustaban; no conocía la
do hasta hacerse tan fuerte como un cinturón de hierro ' \ tierra por la gue acababa de pasar a lomos de un ani
pero incluso entonces no me sentí vencida. {nial; no sabía quién era yo ni qué estaba haciendo allí
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