Page 152 - Fahrenheit 451
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Montag  sintió  todas las manos en los pomos de las              rra, los helicópteros se cernieron de nuevo sobre la ciu­
           puertas.                                                           dad, como si hubieran encontrado otra pista. Se alejaron.
              El olor del río era fresco y semejante a una lluvia só­          El Sabueso se había ido. Ya sólo quedaba el helado río y
           lida. La garganta de Montag ardía y sus ojos estaban rese­          Montag flotando en una repentina paz, lejos de la ciudad,
           cos por el viento que producía el correr.  Chilló, como si          de las luces y de la cacería, lejos de todo.
           este grito pudiera impulsarle adelante, hacerle recorrer el           Montag  sintió  como  si hubiese dejado un escenario
           último centenar de metros.                                          lleno  de  actores a  su  espalda.  Sintió  como  si  hubiese
             -¡Seis, siete, ocho!                                              abandonado el gran espectáculo y todos los fantasmas
             Los pomos giraron en cinco millares de puertas.                   murmuradores.  Huía de una aterradora irrealidad para
             -¡Nueve!                                                          meterse en una realidad que resultaba irreal, porque era
             Montag se alejó de la última fila de casas, por una pen-         nueva.
           diente que conducía a la negra y móvil superficie del río.            La tierra oscura se  deslizaba cerca de él,  que seguía
             -¡Diez!                                                           avanzando  hacia campo  abierto entre  colinas.  Por  pri­
             Las puertas se abrieron.                                         mera vez en una docena de años,  las  estrellas  brillaban
             Montag vio en su imaginación a miles y miles de ros­             sobre su cabeza, formando una gigantesca procesión.
           tros  escrutando  los patios, las  calles,  el cielo,  rostros        Cuando la maleta se llenó de agua y se hundió, Mon­
           ocultos por cortinas, rostros descoloridos, atemorizados           tag siguió flotando boca arriba; el río era tranquilo y pau­
           por  la oscuridad,  como animales grisáceos  que  miran            sado, mientras se alejaba de la gente que comía sombras
           desde cavernas eléctricas, rostros con ojos grises e incolo­       para desayunar, humo para almorzar y vapores para ce­
           ros, lenguas grises y pensamientos grises.                         nar.  El río era muy real,  le sostenía  cómodamente y le
             Pero había llegado al río.                                       daba tiempo para considerar este mes, este año y todo un
             Lo tocó para cerciorarse de que era real. Se metió en el         transcurso de ellos.  Montag escuchó el lento  latir de su
           agua, se desnudó por  completo y se roció el cuerpo, los           corazón.  Sus pensamientos dejaron  de  correr  junto  con
           brazos,  las piernas y la cabeza  con  el licor  que llevaba,      su sangre.
           bebió un sorbo e inspiró otro poco por la nariz. Después,             Vio que la  luna se  hundía en  el firmamento.  La luna
           se vistió con la ropa y los zapatos de Faber. Echó su ropa          allí,  y  su  resplandor,  ¿producido por  qué?  Por el  sol,
           aLrío y contempló cómo se la llevaba la corriente. Luego,          claro. ¿ Y qué iluminaba al sol? Su propio fuego. Y el sol
           con la maleta en la mano se metió agua adentro hasta per­          sigue,  día tras día,  quemando y  quemando.  El sol y el
           der pie, y se dejó arrastrar en la oscuridad.                      tiempo. El sol, el tiempo y las llamas.  Llamas.  El río le
                                                                              balanceaba suavemente. Llamas. El sol y todos los relojes
                                                                              del mundo. Todo se reunía y se convertía en una misma
             Estaba  a  unos  trescientos  metros  corriente  abajo,          cosa en su mente. Después de mucho tiempo de flotar en
          cuando el Sabueso llegó al río.  Arriba, las grandes aspas          el río, Montag supo por  qué nunca más volvería  a que­
           de los ventiladores giraban sin cesar.  Un torrente de luz         mar algo.
           cayó sobre el río y Montag se zambulló bajo la gran ilu­              El sol ardía a diario. Quemaba el Tiempo. El mundo
           minación,  como si  el  sol hubiese  salido entre las nubes.       corría en círculos,  girando  sobre su eje, y el tiempo se
           Sintió  que el río lo empujaba más lejos,  hacia la oscuri­        ocupaba en  quemar  los  años  y a la gente, sin  ninguna
           dad. Después, las luces volvieron a desplazarse hacia tie-         ayuda por su parte. De modo  que si él quemaba cosas
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