Page 129 - La Casa de Bernarda Alba
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YERMA
Pero que está oscura y débil en los mismos caños de la sangre.
(Mutis [de] la otra Hermana con una fuente, de modo casi procesional).
(Pausa). Perdóname. (Yerma mira a su marido; este levanta la cabeza
y se tropieza con la mirada). Aunque me miras de un modo que no
debía decirte "perdóname", sino obligarte, encerrarte, porque para
eso soy el marido.
Aparecen las dos Hermanas en la puerta.
YERMA: Te ruego que no hables. Deja quieta la cuestión.
(Pausa).
JuAN: Vamos a comer. (Entran las Hermanas. Pausa). ¿Me has oído?
YERMA: (Dulce). Come tú con tus hermanas. Yo no tengo hambre
todavía.
JUAN: Lo que quieras. (Mutis).
YERMA: (Como soñando).
¡Ay, qué prado de pena!
¡Ay, qué puerta cerrada a la hermosura,
que pido un hijo que sufrir y el aire
me ofrece dalias de dormida luna!
Estos dos manantiales que yo tengo
de leche tibia, son en la espesura
de mi carne, dos pulsos de caballo,
que hacen latir la rama de mi angustia.
¡Ay, pechos ciegos bajo mi vestido!
¡Ay, palomas sin ojos ni blancura!
¡Ay, qué dolor de sangre prisionera
me está clavando avispas en la nuca!
Pero tú has de venir, amor, mi niño,
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