Page 127 - La Casa de Bernarda Alba
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YERMA

       JUAN: Hablas de una manera que yo no te entiendo. No te privo
       de nada. Mando a los pueblos vecinos por las cosas que te gustan.
       Yo tengo mis defectos, pero quiero tener paz y sosiego contigo.
       Quiero dormir fuera y pensar que tú duermes también.

       YERMA: Pero yo no duermo, yo no puedo dormir.


       JUAN: ¿Es que te falta algo? Dime. (Pausa). ¡Contesta!

       YERMA:  (Con intención y  mirando fijamente al marido).  Sí, me
       falta.
       (Pausa).

       JUAN: Siempre lo mismo. Hace ya más de cinco años. Yo casi lo
       estoy olvidando.

       YERMA: Pero yo no soy tú. Los hombres tienen otra vida: los ga­
       nados, los árboles, las conversaciones; y las mujeres no tenemos
       más que esta de la cría y el cuido de la cría.

       JuAN: Todo el mundo no es igual. ¿Por qué no te traes un hijo de
       tu hermano? Yo no me opongo.

       YERMA: No quiero cuidar hijos de otras. Me figuro que se me van
       a helar los brazos de tenerlos.

       JUAN: Con este achaque vives alocada, sin pensar en lo que debías,
       y te empeñas en meter la cabeza por una roca.

       YERMA: Roca que es una infamia que sea roca, porque debía ser
       un canasto de flores y agua dulce.

       JUAN: Estando a tu lado no se siente más que inquietud, desaso­
       siego. En último caso debes resignarte.
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