Page 126 - La Casa de Bernarda Alba
P. 126
FEDERICO GARCÍA LORCA
YERMA: Y cada mujer la suya. No te pido yo que te quedes. Aquí
tengo todo lo que necesito. Tus hermanas me guardan bien. Pan
tierno y requesón y cordero asado como yo aquí, y pasto lleno de
rocío tus ganados en el monte. Creo que puedes vivir en paz.
JUAN: Para vivir en paz se necesita estar tranquilo.
YERMA: Y tú no estás.
JUAN: No estoy.
YERMA: Desvía la intención.
JUAN: ¿Es que no conoces mi modo de ser? Las ovejas en el redil
y las mujeres en su casa. Tú sales demasiado. ¿No me has oído
decir esto siempre?
YERMA: Justo. Las mujeres dentro de sus casas. Cuando las casas
no son tumbas. Cuando las sillas se rompen y las sábanas de hilo se
gastan con el uso. Pero aquí, no. Cada noche, cuando me acuesto,
encuentro mi cama más nueva, más reluciente, como si estuviera
recién traída de la ciudad.
JUAN: Tú misma reconoces que llevo razón al quejarme. ¡Qué
tengo motivos para estar alerta!
YERMA: Alerta ¿de qué? En nada te ofendo. Vivo sumisa a ti
y lo que sufro lo guardo pegado a mis carnes. Y cada día que
pase será peor. Vamos a callarnos. Y o sabré llevar mi cruz como
mejor pueda, pero no me preguntes nada. Si pudiera de pronto
volverme vieja y tuviera la boca como una flor machacada, te
podría sonreír y conllevar la vida contigo. Ahora, ahora, déjame
con mis clavos.
126