Page 80 - Historias de Cronopios y Famas
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sorpresa. Después optó por la alegría, lo que siempre es                        Esbozo de un sueño
        preferible, pues se veía que, a semejanza de ciertos insec­
        tos que regeneran sus partes cortadas, era capaz de sen­
        tir diversamente. Estimulado por el hecho abandonó el
        banco de la plaza y bajó por la calle Libertad hasta la
        Avenida de Mayo, donde como es sabido proliferan las
        frituras originadas en los restaurantes españoles .. Entera­
        do de  este detalle que le restituía un nuevo sentido,  el
        señor se encaminó vagamente hacia el este o hacia el oeste,
        pues de eso no estaba seguro, y anduvo infatigable, espe­              Bruscamente siente gran deseo de ver a su tío y se
        rando de un momento a otro oír al na cosa, ya que el              apresura  por  callejuelas  retorcidas  y  empinadas,  que
                                          gu
        oído era lo único que le faltaba. En efecto, veía un cielo        parecen esforzarse por alejarlo de la vieja casa solariega.
        pálido como de amanecer, tocaba sus propias manos con             Después  de  largo  andar  (pero  es  como si  tuviera  los
        dedos húmedos y uñas que se hincaban en la piel, olía             zapatos pegados al suelo) ve el portal y oye vagamente
        como a sudor y en la boca tenía gusto a metal y a coñac.          ladrar un perro, si eso es un perro. En el momento de
        Sólo  le faltaba oír,  y justamente  entonces  oyó,  y  fue       subir los cuatro  gastados peldaños,  y cuando alarga la
        como  un  recuerdo,  porque lo  que  oía era otra  vez las        mano hacia el llamador,  que es otra mano que aptieta
        palabras del capellán de la cárcel, palabras de consuelo          una esfera de bronce, los dedos del llamador se mueven,
        y esperanza muy hermosas en sí, lástima que con cierto            primero el meñique y poco a poco los otros, que van sol­
        aire de usadas, de dichas muchas veces, de gastadas               tando interminablemente la bola de bronce. La bola cae
        a fuerza de sonar y sonar.                                        como si fuera de plumas, rebota sin ruido en el umbral y
                                                                          le salta hasta el pecho, pero ahora  es una gorda araña
                                                                           negra. La rechaza con un manotón desesperado, y en ese
                                                                          instante se abre la puerta: el tío está de pie, sonriendo
                                                                          detrás de la puerta cerrada. Cambian al gun as frases que
                                                                          parecen  preparadas,  un  ajedrez  elástico.  «Ahora  yo
                                                                           tengo que contestar. .. » «Ahora él va a decir ... » Y todo
                                                                           ocurre exactamente así. Ya están en una habitación bri­
                                                                           llantemente iluminada; el tío saca cigarros envueltos en
                                                                           papel plateado y le ofrece uno. Largo rato busca los fós­
                                                                           foros, pero en toda la casa no hay fósforos ni fuego de


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