Page 8 - Las Chicas de alambre
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para aquella portada de Sports Illustrated. La agencia Pleyel de París las llevaba. En unos
días, el mundo ya las había bautizado con aquel nombre, Wire-girls, debido a su delgadez
paradigmática. Su cotización se disparó. Juntas fueron el modelo de miles de chicas, tan
anoréxicas como ellas por degeneración. Juntas crearon un estilo por encima de los
estilos que ya propugnaban la delgadez física, y juntas sucumbieron en unos pocos años.
Cyrille fue la primera en morir, suicidada al saber que tenía el sida. Se había escrito
mucho acerca del por qué de su decisión, pero parecía obvio que una de las mujeres más
bellas del mundo no quería ver su decrepitud física. Lo de Jess fue más complicado.
Primero, el escándalo originado al saberse que había abortado. Segundo, su propia
muerte, a los escasos meses de la de Cyrille, causada por una sobredosis de drogas.
Tercero, el asesinato del hombre que la introdujo en el mundo de las drogas, el mismo
Jean Claude Pleyel, que desde París las llevaba a las tres en exclusiva. El autor del
crimen había sido Nicky Harvey, el apasionado y loco novio de Jess, vengador
implacable de la suerte de su amada. El juicio por el crimen acabó de empañar la historia
de la dulce, rubia y virginal Jess Hunt. Imagen perfecta de la América sana y maravillosa
que preconizaban los propios estadounidenses.
Por último, estaba Vania.
Después de andar con un noviete a los dieciséis años, noviete que por supuesto salió a la
luz más tarde para sacar tajada del tema, a los diecisiete le había llegado el éxito
internacional por aquella portada. A partir de ese instante lo rentabilizó al máximo. A los
veinte fue muy sonado su idilio con un famoso cantante roquero español. La Bella y la
Bestia. Y a los veintitrés, su boda inesperada con un marchante de arte neoyorquino,
seguida de un divorcio rápido; todo ello en plena cumbre profesional. Un año después
todo se torció definitivamente. La muerte de Cyrille, la muerte de Jess, el juicio del novio
de Jess en el que ella tuvo que testificar, y el adiós.
Tenía veinticinco años.
La misma edad que yo en este momento.
Veinticinco años y dijo adiós, lo dejó todo. La desaparición más inesperada. Su última
pista provenía de una clínica en la que Vania intentó recuperarse de su anorexia, casi al
límite.
Viendo aquellas fotos, especialmente las de Vania, supe que no iba a ser un trabajo fácil.
Era como si a un beatlemaníaco le hubiesen encargado buscar a John Lennon vivo. Vania
había sido una musa, una imagen de marca, un espejo, un símbolo; muchas cosas además
de una muñeca rota. El mundo de la moda las olvidó rápido, a las tres. Cada año surgían
nuevos rostros, nuevas historias, y las pasarelas encumbraban a media docena de nuevas
diosas de la imagen, con sus nuevas estéticas y sus nuevas formas. La palabra clave era
ésa: nuevo. Joven y nuevo. Brillante y nuevo. Velocidad.
Sin embargo, la fascinación que las Chicas de Alambre ejercieron sobre las adolescentes
de aquel tiempo creo que aún no había sido superada. Pese a su aspecto enfermizo por
culpa de las drogas y la anorexia, las auténticas lacras de ese mundillo tan duro, habían
sido amadas, deseadas, utilizadas.
Un modelo a seguir.
Casi parecía un chiste, el peor de los contrasentidos. Un modelo a seguir y su fin había
sido tan triste como...
¿Dónde estaría Vania?
¿Por qué, en diez años, aquel silencio devorador?
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