Page 103 - Las Chicas de alambre
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—Desapareciste hace casi diez años. Esa clase de reportaje.
               —¿Pensabas que podía estar viva?

               —Tenía esa esperanza.
               —¿Por qué?
               Bajé los ojos al suelo. Me sentí como el niño pillado in fraganti por la profesora de la que
               está perdidamente enamorado.
               Creo que Vania comprendió.
               —No tienes talante de paparazzi —manifestó.

               —Será porque no lo soy.
               —Cierto. Un paparazzi me habría seguido una semana entera con un tele y me habría
               fotografiado quinientas veces para después publicar alguna suerte de reportaje-escándalo
               o reportaje-sensación.
               La miré a los ojos. Mientras lo hacía, me sentía pequeño; aunque lo superaba lentamente.
               Ella me ayudaba mucho con su actitud, su paz, su estabilidad. Parecía esperar.
               Y me di cuenta de que así era porque, a pesar de las circunstancias, quien movía los hilos
               de todo aquello era yo.
               Pensé en mamá y en Sofía.
               —Dos personas me dijeron que lo más seguro era que te hubieras cansado de cuanto
               sucedió entonces, y que debías de estar en cualquier parte, viviendo muy tranquila, sin
               resentimientos, como otra persona.
               —Dos personas inteligentes... y muy razonables —aseveró.

               Me dio por reír, aunque no le dije que una era mi madre, y la otra una aspirante a modelo
               fracasada que parecía dispuesta a vivir de la realidad y que me gustaba.
               —¿De qué te ríes?
               —De mí mismo —mentí.
               —¿Por qué?
               —Tenía tu póster en mi habitación cuando era adolescente.

               —A veces no es bueno que los sueños se hagan realidad. ¿Conoces la canción de los
               Rolling   Stones?   «Cuidado   con   lo   que   deseas,   porque   puedes   conseguirlo»   —me
               acompañó en mi sonrisa.

               Noraima nos miró a los dos como si nos hubiésemos vuelto locos.
               —¿Qué vamos a hacer ahora? —casi se puso dramática—. ¡Esto va a llenarse de
               periodistas!
               —Quizá volver al mundo de los vivos sea una liberación. No más secretos ni más miedo
               a que suceda algo como esto. Pero de todas formas... no soy tan importante, Noraima —
               le dijo sinceramente ella—. Diez años es mucho tiempo. Ahora ya es tarde: me he vuelto
               un anacronismo —le gustó la palabra—. Soy historia. Supongo que da para un buen
               artículo y para recordar que una vez hubo tres chicas que alcanzaron la Luna pero se
               quemaron con el Sol, pero nada más. No habrá colas de fans a la puerta de casa —me
               miró y preguntó—, ¿verdad?
               Todavía tenía aquella mirada.

               Aquel calor hundiéndosete en las entrañas, desde cualquier fotografía o un póster.
               Así que más en vivo y en directo.


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