Page 108 - De Victoria para Alejandro
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        llevarse las bandejas llenas otra vez. Pero Victoria                         -Ya lo hago.
        no tenía mucho apetito; rezaba, añoraba a Alejan­                            Estaba sentada trenzando aquellos cordo­
        dro, su sonrisa, su ternura, el calor de sus manos                  nes dorados que quería regalar a su prima. Duran­
        en las suyas, y trazaba planes que luego desechaba                  te  todo  el  tiempo  había  tenido  abandonada  la
        por irrealizables; evaluaba su situación, meditaba                  labor.
        desesperadamente.  Recordaba  las  palabras  del                             -¿Te has dado por vencida?
        agente de su padre: PIENSA.                                                  -¡Nunca! Espero. Mi vida está en las ma-
                 Al fin le dijo a Prisca:                                   nos de Dios y yo lucharé hasta el último momento
                 -Dile a Miriam que procure ver a Marta,                    porque no se cometa conmigo tanta injusticia.
        la hermana de Lázaro, la de Betania. Que venga a                             Miriam  movió  la  cabeza  y  la  dejó  sola.
        verme.
                 -No se lo permitirán, niña.
                 -A ella; sí, era amiga de mi madre; dile a                          La anciana Marta de  Betania anunció su
        Miriam  que  mi  impureza  habrá  terminado  ma­                    v1s1ta.  Vino  en  una  litera  de  andas  talladas  y  la
        ñana.                                                               recibieron en la sala principal, cerca del patio.  La
                 Cuando bajó a la cocina había adelgazado                   abuela  Ana y  la tía  Juana  estaban  encantadas,  y
        y estaba tan pálida que su cabello color miel desta­                entre vasos de limonada y almendras tostadas con
        caba  como  una  llama.  También los  ojos estaban                  miel, la pusieron al tanto de las novedades.
        más  transparentes,  más  claros,  como  verdaderos                          -¿Sabes,  Marta?  Mi  sobrina  Victoria  se
        charcos de agua.                                                    casa con Daniel.
                 Miriam dijo:                                                        El rostro de la anciana se iluminó en una
                 -Ya di tu recado a Marta. ¿Para qué quie­                  sonnsa.
        res verla?                                                                   Se levantó con los brazos abiertos.
                 -Necesito hablar con alguien de confian­                            -¡Qué alegría!  ¿ Verdad, Ana? ¡Te tendre-
        za.  Es cristiana y era amiga de mi madre.  Puede                   mos aquí para siempre!
        representar a mi familia.                                                    Abrazó a Victoria y le susurró al oído:
                 Miriam observó, preocupada:                                         -Tranquila, hija; lo arreglaremos.
                 -Nosotros somos tu familia y yo te quie­                            Se volvió a sentar. Su evidente alegría ha­
        ro, Victoria.  Has adelgazado. Tienes que cuidarte.                 bía tranquilizado a la abuela Ana y a Juana,  que
                 Victoria dijo con desgana.                                 comentó satisfecha:
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