Page 107 - De Victoria para Alejandro
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como una antorcha cuando le roza el sol, y tus ojos
que cambian de color con la luz. Me pareces muy
hermosa, prima Victoria. No creí que pudieras ser
mi esposa. Por una vez en la vida, parece que tengo
suerte. Me voy con una caravana a Jericó. No es
conveniente que vivamos en la misma casa.
Salió de la azotea. La cojera se le notaba
más que nunca.
Victoria se cubrió la cara con las manos y
rompió a llorar con grandes sollozos que la sacu
dían toda entera, liberando su angustia por prime
ra vez desde que supo que la querían casar.
No sabía qué hacer. Había pensado y pen
sado alguna solución. Pero estaba prisionera en la
casa y la desesperación, y la rabia, y la impotencia
la ahogaban. Cada día que transcurría era un día
perdido. Repasó una por una las leyendas y las
historias que conocía, a ver si le daban alguna idea.
Al final, escribió con letras diminutas en un pequ,e
ño trozo de pergamino una carta a su padre. La
dobló hasta convertirla en un paquete no mayor
que un broche y la selló. Estaba decidida a enviarla
a su padre, aunque, encerrada, no sabía cómo ha
cerlo. Tampoco sabía si Prisca podría salir.
Tuvo la menstruación, y su tía, atenta, la
aisló en su habitación mientras le durase la impu
reza. Si hubiese estado de otro humor se hubiese
reído; solo Prisca le subía comida, rezongando al