Page 138 - Cuentos de Amor locura y Muerte
P. 138

Yo tengo alguna idea, como todo hombre, de lo que son                inmóvil dicha. Pero de vez en cuando tornaban a apartarse
        dos ojos que nos aman, cuando uno se va acercando despacio                inquietos y recorrían las caras desconocidas.  J? os o tres v ces
                                                                                                                                 i:.
        a ellos. Perotla luz de aquellos ojos, la felicidad en que se iban        miré exclusivamente al médico; pero éste baJó las pestanas,
        anegando mientras me acercaba, el mareado relampagueo de                  indicándome que esperara. Y tuvo razón al fin, porque de
        dicha-hasta el estrabismo-- cuando me  incliné  sobre ellos,              pronto, bruscamente, como un derrumbe de sueños, la enfer­
        jamás en un amor nonnal a treinta y siete grados los volveré              ma cerró los ojos y se durmió.
        a hallar.                                                                      Salimos todos, menos la hermana, que ocupó mi lugar en
             La enfenna balbuceó algunas palabras, pero con tanta
        dificultad de sus labios resecos, que nada oí. Creo que me                el sillón. No era fácil decir algo -yo al menos-. La madre,
                                                                                  por fin, se dirigió a mí con una triste y seca sonrisa.
        sonreí como un estúpido (¡qué iba a hacer, quiero que me                       -Qué cosa más horrible, ¿no? ¡Da pena!
                                                                                                                           .
        digan!), y ella tendió entonces su brazo hacia mí. Su intención                ¡Horrible, horrible! No era la enferm dad, smo la situa­
                                                                                                                     �
        era tan inequívoca que le tomé la mano.                                   ción lo que les parecía horrible. Estaba visto que todas las
                                                                                                                              _
             -Siéntese ahí -murmuró.                                              galanterías iban a ser  para mí en aquella casa.  Pr mer el
                                                                                                                                 ?
                                                                                                                             �
             Luis María corrió el sillón hacia la cama y me senté.                hermanito, luego la madre  ... Ayestarain, que nos hab1a deJado
             Véase  ahora  si  ha  sido  dado  a  persona  alguna  una            un instante, salió muy satisfecho del estado de la enfe  a;
                                                                                                                                 rn:i
        situación más extraña y disparatada:                                      descansaba con una placidez desconocida aún. La madre miró
             Yo, en primer ténnino, puesto que era el héroe, teniendo             a otro lado, y yo  miré al médico. Podía irme, claro que sí, Y me
        en la mía una mano ardiente en fiebre y en un amor totalmente             despedí.
        equivocado. En el lado opuesto, de pie, el médico. A los pies                  He dormido mal, lleno de sueños que nada tienen que  r
                                                                                                                                  ��
        de la cama, sentado, Luis María. Apoyadas en el respaldo, en              con mi habitual vida.  Y la culpa de ello está en la fam1ha
        el fondo, la mamá y la hermana. Y todos sin hablar, mirándo­              Funes, con Luis María, madre, hermanas y parientes  ol tera­
                                                                                                                             � �
        nos a la enferma y a mí con el ceño fruncido.                             Jes. Porque si se concreta bien la situación, ella da lo s1 mente:
                                                                                                                              �
             ¿Qué iba a hacer yo? ¿Qué iba a decir? Preciso es que                     Hay una joven de diecinueve años, muy bella sm duda
        piensen  un  momento  en  esto.  La  enferma,  por  su  parte,            alguna, que apenas me conoce y a quien yo le  oy pr funda Y
                                                                                                                              ?
                                                                                                                        �
        arrancaba a veces sus ojos de los míos y recorría con dura                totalmente indiferente. Esto en cuanto a Mana Elvtra.  ay,
                                                                                                                                 �
        inquietud los rostros presentes uno tras otro, sin reconocerlos,          por  otro lado,  un sujeto joven también -ingeniero s1  se
                                                                                                                               :
        para dejar  caer  otra  vez su mirada  sobre mí,  confiada  en            quiere-que no recuerda  haber pensado dos vece seg u � as en
                                                                                                                          �
                                                                                                                              �
        profunda felicidad.                                                       la joven en cuestión. Todo esto es razonable,  mteltg1ble  Y
            ¿Qué tiempo estuvimos así? No sé; acaso media hora,
       acaso mucho más. Un momento intenté retirar la mano, pero                  normal.
                                                                                       Pero  he  aquí  que  la  joven  hermosa  se  enferma,  de
                                                                                                                                   _
        la enferma la oprimió más entre la suya.                                  meningitis o cosa  por el estilo, y en el delirio de la fiebre, úmca
            --,-Todavía  no  ... -munnuró,  tratando  de hallar  más              y exclusivamente en el delirio, se si nte abr sada de amor.
                                                                                                                        �
                                                                                                                 �
       cómoda postura a su cabeza. Todos acudieron, se estiraron las              .  Por un primo, un hermano de sus amigos, un Joven mundano
       sábanas, se renovó el hielo, y otra vez los ojos se fijaron -en            (,                       -        ,
                                                                                  que ella conoce bien? No, senor; por m1.
                                                                                  '
                               136                                                                        137
   133   134   135   136   137   138   139   140   141   142   143