Page 82 - Narraciones extraordinarias
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ocupada por un joyero, que a su vez alquilaba las habitacio­             era áspera, y la otra muy aguda, una voz muy extraña. Pudo
          nes inferiores a varias personas. La casa era de propiedad de            distinguir algunas palabras de la primera, que era la de un
          madame L'Espanaye, quien, descontenta por los abusos de                  francés. Positivamente no era voz de mujer. Las palabras eran
          su inquilino, decidió desalojar a éste, y se trasladó a vivir allí.     sacre y diable. La voz aguda pertenecía a un extranjero. No
          E n   adelante se negó a alquilar ninguna parte de la casa. A la         puede asegurar si era de hombre o de mujer, y tampoco logró
          hija, el testigo dice haberla visto no más de cinco o seis veces         percibir lo que decía, pero cree que hablaba en español. El
          en total. Las dos mujeres hacían una vida excesivamente re­              estado de la casa y de los cadáveres, fue descrito por el testi­
          tirada. Se decía que tenían dinero, y escuchó, entre los veci­           go tal como lo describimos nosotros ayer.
          nos, que madame L'Espanaye veía la suerte, pero él no lo                    "Hemi Duval, de oficio platero. Da testimonio de que él
          creía. No recuerda haber visto trasponer la puerta a ninguna             formó parte del grupo que entró en la casa. Corrobora, en ge­
          persona, excepto a un mensajero una o dos veces, y ocho o                neral, las declaraciones de Musté. En cuanto se abrieron pa­
          diez a un médico.                                                        so forzando la puerta, volvieron a cerrarla para contener a la
              "Muchos otros vecinos declaran lo mismo, y no se sabe de             muchedumbre que se había agolpado, a pesar de ser tan tar­
          nadie que frecuentara la casa. Se ignora si la señora y su hija          de. El testigo piensa que la voz aguda era la de un italiano.
          tenían familiares vivos. Los postigos de los balcones de la fa­          De lo que está convencido es que no era la de un francés. No
          chada raramente se abrían. Los de la parte de atrás siempre              podría asegurar que la voz era de un hombre; bien podía ser
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          se mantuvieron cerrados, excepto las ventanas de la gran sa­             la de una mujer. No conoce la lengua italiana, así es que no
          la trasera d l cuarto piso. La casa es un edificio bien tenido y         logró distinguir las palabras, pero por la entonación le pare­
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          no muy v1eJo.                                                            ce que ese idioma es italiano. Conocía a la señora L'Espana­
              "Isidore Musté, gendarme. Declara que fue llamado cer­               ye. Había conversado con ella y con su hija frecuentemente,
          ca de las tres de la madrugada, y halló a unas veinte o treinta          y sostiene que la voz aguda no pertenecía a ninguna de las dos
          eersonas, junto a la puerta principal, batallando por entrar.            víctimas.
          El pudo forzar dicha puerta con una bayoneta, y no con una                   "Odenheimer,  encargado de una fonda.  Este testigo se
          barra de hierro. No tuvo mayor dificultad en abrirla porque              ofreció voluntariamente a declarar. Como no habla francés,
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          carec1a de cerroJo o pasador en su parte de arriba y era de dos          necesitó de un intérprete. Es natural de Amesterdam. Pasa­
         ho j as. Los gritos fueron  continuos hasta que la puerta fue             ba por delante de la casa en el instante de los gritos. Se detu­
         abierta, y luego cesaron súbitamente. Parecían ser los alari­             vo unos minutos, probablemente diez. Los gritos eran fuertes
         dos de una persona, o personas, en estado de gran angustia;               y prolongados, causaban espanto y angustia. Corrobora el tes­
         eran muy fuertes y prolongados, no cortos y rápidos. El testi­            timonio anterior en todos sus detalles, excepto uno: la voz
         go subió escaleras arriba, y llegando al primer rellano, oyó dos          aguda era la de un francés. Aunque no pudo entender las pa­
         voces que gritaban y disputaban violentamente. Una de ellas               labras, las describe como rápidas, desiguales, dichas al pare-

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