Page 42 - Narraciones extraordinarias
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romántica, menos elegante, pero sin duda más útil, como tú Habíamos decidido que efectuaríamos nuestra primera
lo deseas. parada en C. .. , aldea que se hallaba a unas veinte millas de la
La conversación giró luego sobre nuestras disposiciones ·iudad. A las cuatro en punto, el coche se detuvo ante la puer
para el día siguiente. Supe, por mi amada, que Talbot acaba ta de la hospedería principal del pueblo, y ordené que nos sir
ba de regresar a la ciudad. Debía ir a visitarlo en seguida, y vieran inmediatamente un desayuno. Entre tanto, nos
procurarme un carruaje. La soirée no terminaría antes de las hicieron pasar a una salita privada.
dos de la mañana, y en aquella hora el vehículo tendría que Era ya casi de día, y al mirar, lleno de arrobamiento, al
hallarse ya en la puerta de la casa. Entonces, aprovechando :íngel que tenía a mi lado, se me ocurrió repentinamente la
el bullicio de la partida de los invitados, Eugenia podría en idea de que era aquella la primera ocasión, desde que conocía
trar fácilmente en el coche sin que nadie lo notara. Inmedia a Eugenia, en que podría disfrutar de una inspección a su be
tamente nos iríamos a casa de un sacerdote que nos estaría lleza a plena luz.
esperando; allí nos casaríamos, nos despediríamos de Talbot, -Y ahora, mon ami -dijo ella, tomándome una mano e
y acto seguido emprenderíamos un viaje al Este, dejando que interrumpiendo mis pensamientos-, ahora, puesto que he
el mundo elegante hiciera los comentarios que le viniera en accedido a tus apasionadas súplicas, y cumplí mi parte en
gana. Luego de planificar esto, me despedí, y fui en busca de 11 uestro acuerdo, supongo que no habrás olvidado que tú tam
Talbot. Pero en el camino no resistí a la tentación de exami bién me debes una pequeña promesa. Recuerdo perfecta
nar la miniatura, lo que hice con ayuda de los lentes. iEI ros mente las palabras que pronunciaste anoche: "Sacrifico por
tro era de una belleza extraordinaria! iQué ojos tan 1 i todas mis objeciones. Ahora guardaré estos anteojos aquí,
radiantes ... , qué altiva nariz griega ... , qué abundantes y negros sobre mi corazón, y con las primeras luces de la mañana, esa
cabellos! iAh!, dije para mí, lleno de pasión, ésta es en efec n1a11ana que me dará el derecho a llamarte mi esposa, me los
to la viva imagen de mi amada! Miré el reverso, y descubrí las pondré sobre la nariz, y así los usaré, en la forma menos
palabras: "Eugenia La/ande, a la edad de veintisiete años y sie 1 omántica, menos elegante, pero sin duda más útil, como tú
te meses." lo deseas."
Encontré a Talhot en su domicilio, y rápidamente lo pu -Esas fueron exactamente mis palabras -repliqué-.
se al tanto de mi buena suerte. Como era natural, Talbot ma 'f 'ienes una excelente memoria, Eugenia mía, y te aseguro que
nifestó asombro extraordinario, y me f clicitó cordialmente, 110 tengo la menor intención de faltar a la insignificante pro-
.
ofreciéndome toda la ayuda que pudiera prestarme. En una 111csa que encierran. '-
palabra: cumplimos todos nuestros preparativos al pie de la Y tras disponer los cristales en forma de anteojos, los co
letra, y a las dos de la madrugada, diez minutos después de la loqué adecuadamente en su posición. Por su parte, la señora
ceremonia, me encontré en un coche cerrado r.on madame Simpson, se ajustó el sombrero, cruzó los brazos, y permane
Lalande, valga decir, con la señora Simpson, dirigiéndonos ri6 sentada en su sillón, adoptando una postura envarada y
velozmente hacia las afueras de la ciudad. relamida.
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