Page 40 - Narraciones extraordinarias
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da, y sincera. Me pidió que le relatara algunos episodios tem­     mon ami! Me has pedido un favor que has calificado de ina­
             pranos de mi vida, y escuchó atenta, casi conteniendo la res­      preciable; me has pedido mi mano, para m ña a, sin más tar­
                                                                                                                       ? �
             piración, todas las palabras de lo que le narré. No oculté nada,   danza. lPodría yo pedirte un favor a �amb10? l,Un favor muy
             porque entendía que no tenía derecho a ocultar nada a su con­      pequeño?                                    .   ,
             fiado afecto. Alentado por su franqueza en el delicado asun­           -iDímelo! -exclamé con vehemencia-. 1D1melo, ama-
                                                                                                                       _
             to de la edad, me extendí en los pormenores de mis defectos,       da mía, Eugenia mía! iDímelo! Pero ... ¿para qué? iYa está
             e hice plena confesión de mis flaquezas morales y físicas.         roncedido, antes de que lo expreses!
             Hablé de mis imprudencias en los días de colegio, mis extra­           -Entonces, man ami, tienes que vencer por amor a tu
             vagancias, mis juergas, mis deudas, y mis amoríos. Tampoco          1 �u genia, ese ligero defecto que acabas de confesar, esa debi­
             dejé de mencionar la tos que en cierta época me había moles­        lidad más moral que física, que no calza con la nobleza de tu
             tado, el reumatismo crónico hereditario, y, para concluir, la      l'spíritu, que es incompatible con la sinceridad de tu carácter,
                                                                                                                                        ,
             desagradable y odiosa, aunque cuidadosamente ocultada, fla­        y que si alcanzara mayor incremento, tarde o temprano podna
             queza de mi vista.                                                  rausarte un serio disgusto. Por amor a mí, debes vencer esa
                 -Sobre este último punto-sostuvo Eugenia, sonrien­              111'cctación que te inclina a ocultar el defecto de tu vista. iNie­
             do -, has cometido una verdadera indiscreción al confesarlo.        pas virtualmente ese defecto al rechazar el empleo de los me­
             Habría jurado que nadie podía acusarte de ese defecto. -Se          dios para corregirlo! Comprenderás que lo que te pido es que
             detuvo,  y,  a pesar de las penumbras, creí que sus mejillas        11scs anteojos. ¡y no me digas que no, porque ya has consen-
             subían de color. Luego añadió-: lNo recuerdas, man cher             1 ido en hacerlo, por mi amor! Acepta estos gemelos; aunque
             ami, estos pequeños anteojos auxiliares que ahora cuelgan de        no tienen un valor extraordinario como joya, son un auxiliar
             mi cuello?                                                          ,dmirable para la vista. Por medio de una ligera modificación,
                 AJ decir esto, jugueteaba con los gemelos que me habían         ,sí. .. , o así, se pueden adaptar a los ojos, o llevarlos en el bol-
             producido tanta confusión en la Opera.                              1-illo del chaleco ...
                 -Naturalmente que me acuerdo ... -exclamé, oprimien­               Debo confesar que aquella petición me turbó un poco.
             do la delicada mano que ofrecía aquellos anteojos para mi           p •ro la condición que__.<;e le unía hizo imposible toda vacila-
             examen.
                 Eran una complicada joya, afiligranada y cuajada de pie­        l"i<'m.
                                                                                    -iConcedido! -exclamé, con el mayor entusiasmo que
             dras preciosas, que, aún bajo la escasa luz de la estancia, noté
             que debía ser de mucho valor.                                       pude reunir en aquel instante-. Concedido. Sacrificaré por
                                                                                 1 i todas mis objeciones. Ahora guardaré estos anteojos aquí,
                 iEh,  bien,  man  ami!  -continuó  diciendo,  con  cierto
             empréssement' que no dejó de sorprenderme-. iEh,  bien,             , , ihre mi corazón y con las primeras luces de la mañana, esa
                                                                                 11iañana que me dará el derecho a llamarte mi esposa, me los
             *                                                                   pllndré sobre la nariz, y así los usaré, en la forma menos
             Empréssement: apresuramiento. (N. del E.)

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