Page 137 - Narraciones extraordinarias
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con ese insecto; ya sabrá traerlo usted mismo.   -La tiene.
 Enseguida Legrand, con solemne e imponente paso,   -Entonces, no puedo tomar parte en tan absurda em-
 fue en busca del escarabajo, que se encontraba dentro de   presa.
 una campana de cristal. Efectivamente era un espécimen   -Pues tendré que intentarlo solamente con la compa­
 desconocido por los naturalistas de aquel tiempo, con un   ñía de Júpiter.
 caparazón duro y brillante como el oro;  no me extrañó   -¡Ustedes solos! -repliqué, completamente convenci­
 entonces la opinión de Júpiter, pero de Legran d ... me era   do de la locura de mi amigo-. ¿Me promete, por su honor,
 imposible creerlo.   que una vez que este capricho haya pasado, volverá usted
 -Si lo he llamado -dijo mi amigo, una vez que termi­  a casa y seguirá todas mis indicaciones y las de un médi­
 né de analizar el insecto-, es para pedirle consejo y ayuda   co?
 en el cumplimiento de los designios del destino y del esca­  -Sí, lo prometo; ahora debemos partir cuanto antes,
 rabajo ...   para estar de regreso al amanecer.
 -Mi  querido  Legrand  -repuse-,  usted  no está bien,  A eso de las cuatro, Legrand, Júpiter, el perro y yo nos
 váyase a la cama, yo me quedaré unos días, hasta que se   pusimos en camino. Júpiter cogió la guadaña y las azadas,
 restablezca. Tiene usted fiebre ...   insistiendo en cargar con todo, mas bien por miedo a po­
 -Tómeme el pulso -dijo él.  ner aquellas herramientas en manos de su amo que por
 Así lo hice y confieso que no encontré ni el menor  complacencia. Iba muy a disgusto, y la frase "condenado
 síntoma de fiebre. No obstante, intenté convencerlo de ir a   escarabajo" se escapó de sus labios más de una vez duran­
 la cama, expresando mi amistad y preocupación por él.   te el viaje. Por mi parte, iba encargado de un par de linter­
 -Estoy bien -insistió-; lo mejor que puedo estarlo den­  nas, mientras que Legrand se contentaba con el escaraba­
 tro de la excitación que tengo. Si usted realmente quiere   jo, el cual llevaba atado al extremo de un trozo de cuerda;
 aliviarme  y comportarse como mi amigo,  acompáñenos   y lo hacía girar de un lado para otro, con un aire de hechi­
 en la expedición que mañana iniciaremos por las colinas;   cero, mientras caminaba. ¡Pobre amigo mío!  Con lágri­
 es usted el único en quien puedo confiar ...   mas en los ojos hube de comprobar su demencia. Sin em­
 -Deseo poder ayudarlo en todo lo que esté a mi alcan­  bargo, pensé que por el momento era preferible acceder a
 ce -contesté-; pero ¿me va a decir usted, mi querido ami­  sus fantasías, hasta que pudiera tomar alguna medida más
 go, que esta misteriosa expedición tiene relación con el   enérgica.
 escarabajo?   Entre tanto, era imposible que Legrand me explicara

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