Page 136 - Narraciones extraordinarias
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con ese insecto; ya sabrá traerlo usted mismo.                               -La tiene.
               Enseguida Legrand, con solemne e imponente paso,                         -Entonces, no puedo tomar parte en tan absurda em-
           fue en busca del escarabajo, que se encontraba dentro de                 presa.
           una campana de cristal. Efectivamente era un espécimen                       -Pues tendré que intentarlo solamente con la compa­
           desconocido por los naturalistas de aquel tiempo, con un                 ñía de Júpiter.
           caparazón duro y brillante como el oro;  no me extrañó                       -¡Ustedes solos! -repliqué, completamente convenci­
           entonces la opinión de Júpiter, pero de Legran d ... me era              do de la locura de mi amigo-. ¿Me promete, por su honor,
           imposible creerlo.                                                       que una vez que este capricho haya pasado, volverá usted
               -Si lo he llamado -dijo mi amigo, una vez que termi­                 a casa y seguirá todas mis indicaciones y las de un médi­
          né de analizar el insecto-, es para pedirle consejo y ayuda               co?
          en el cumplimiento de los designios del destino y del esca­                   -Sí, lo prometo; ahora debemos partir cuanto antes,
          rabajo ...                                                                para estar de regreso al amanecer.
              -Mi  querido  Legrand  -repuse-,  usted  no está bien,                    A eso de las cuatro, Legrand, Júpiter, el perro y yo nos
          váyase a la cama, yo me quedaré unos días, hasta que se                   pusimos en camino. Júpiter cogió la guadaña y las azadas,
          restablezca. Tiene usted fiebre ...                                       insistiendo en cargar con todo, mas bien por miedo a po­
              -Tómeme el pulso -dijo él.                                            ner aquellas herramientas en manos de su amo que por
              Así lo hice y confieso que no encontré ni el menor                    complacencia. Iba muy a disgusto, y la frase "condenado
          síntoma de fiebre. No obstante, intenté convencerlo de ir a               escarabajo" se escapó de sus labios más de una vez duran­
          la cama, expresando mi amistad y preocupación por él.                     te el viaje. Por mi parte, iba encargado de un par de linter­
              -Estoy bien -insistió-; lo mejor que puedo estarlo den­               nas, mientras que Legrand se contentaba con el escaraba­
          tro de la excitación que tengo. Si usted realmente quiere                 jo, el cual llevaba atado al extremo de un trozo de cuerda;
          aliviarme  y comportarse como mi amigo,  acompáñenos                       y lo hacía girar de un lado para otro, con un aire de hechi­
          en la expedición que mañana iniciaremos por las colinas;                  cero, mientras caminaba. ¡Pobre amigo mío!  Con lágri­
          es usted el único en quien puedo confiar ...                               mas en los ojos hube de comprobar su demencia. Sin em­
              -Deseo poder ayudarlo en todo lo que esté a mi alcan­                  bargo, pensé que por el momento era preferible acceder a
          ce -contesté-; pero ¿me va a decir usted, mi querido ami­                  sus fantasías, hasta que pudiera tomar alguna medida más
          go, que esta misteriosa expedición tiene relación con el                   enérgica.
          escarabajo?                                                                    Entre tanto, era imposible que Legrand me explicara

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