Page 6 - Hamlet
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representaban, las estudió, más que como actor, como filósofo; examinó el gusto del
público, y vio en la práctica por cuales medios la Poesía escénica suspende, conmueve,
deleita los ánimos y domina con hechizo maravilloso en las opiniones y los afectos de la
multitud.
Hallábase entonces el teatro inglés en aquel estado de rudeza y barbarie propio de una
época tan inmediata a los siglos de ignorancia y ferocidad. La nueva aurora de las letras,
que había comenzado a ilustrar a Italia mucho tiempo antes, no había llegado aún a los
remotos Britanos, separados del orbe. Las grandes revoluciones que había sufrido aquella
nación, el choque obstinado de opiniones y dogmas religiosos que por largo tiempo la
agitaron, el establecimiento de una nueva creencia, la necesidad de resistir con la política y
las armas a sus enemigos exteriores, mientras en lo interior duraban mal extinguidas las
centellas de discordia civil, fueron causas capaces de retardar en aquel país los progresos de
la ilustración, y por consiguiente los del teatro.
Pueden reducirse a tres clases las piezas que entonces se representaban en Inglaterra:
Misterios, Moralidades y Farsas. Los Misterios no eran otra cosa que unos dramas donde se
ponía en acción los hechos del Viejo y Nuevo Testamento, y aún se conservan en el Museo
Británico los que se dice fueron representados en el año de 1600 intitulados: La caída de
Luzbel, La Creación del Mundo, El Diluvio, La Adoración de los Reyes, La Degollación de
los inocentes, La Cena, La Pasión, El Antechristo, El Juicio final y otros por el mismo
gusto. En estas composiciones se veía una mezcla informe de sagrado y profano, en que se
anunciaban las verdades de la Religión, entre puerilidades ridículas e indecentes que
podrían llamarse escandalosas y sacrílegas; si la buena fe de sus autores y la ignorante
sencillez del auditorio no fueran suficiente disculpa de tales desaciertos. En las Moralidades
se agitaban cuestiones políticas y dogmáticas, se ridiculizaba la Iglesia Católica y se
aplaudía (como es de creer) la nueva reforma. La falta de invención y artificio de tales
obras era sin diferencia alguna como en los Misterios, con la única variedad de que en las
Moralidades la fábula y los personajes eran alegóricos: la Virtud, la Superstición, los Cinco
sentidos, la Fidelidad, el Valor, las Promesas de Dios, el Amor profano, la Conciencia, la
Simonía, tales eran los entes metafísicos que hacían papel en estos dramas extravagantes.
Las Farsas, composiciones desatinadas, obscenas, atrevidas, perjudiciales a las buenas
costumbres y al honor de muchos particulares que ridiculizaban con escandalosa libertad,
eran, no obstante, las que más se acercaban a la Tragedia y la Comedia; por cuanto en ellas,
o se trataban hechos históricos, o se pintaban caracteres y costumbres, imitadas, aunque
mal, de la vida civil.
Estas eran las piezas que durante el siglo XVI se representaban en Londres, siendo
actores de muchas de ellas los músicos de la Capilla Real, los Coristas de S. Pablo, los
Frailes de S. Francisco, y los Curas y Clerecía de las Parroquias; y tal fue el estado en que
Shakespeare halló el teatro de su nación a fines del mismo siglo.
No había recibido en su educación, como ya se ha dicho, una instrucción capaz de
conducirle por la carrera que emprendió; y los ejemplos que veía en su patria, lejos de
formarle el gusto, podían solo contribuir a corrompérsele.