Page 4 - Hamlet
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orgullo del moderno trágico francés, y vencerle con armas auxiliares y extranjeras, sin
detenerse mucho a considerar cuán poca satisfacción debía resultarles de una victoria
adquirida por tales medios.
Con estos antecedentes, no será difícil adivinar lo que hizo Letourneur en su versión de
Shakespeare. Reunió en un discurso preliminar y en las notas y observaciones con que
ilustró aquellas obras, cuanto creyó ser favorable a su causa, repitiendo las opiniones de los
más apasionados críticos ingleses en elogio de su compatriota, negándose voluntariamente
a los buenos principios que dictaron la razón y el arte y estableciendo una nueva Poética,
por la cual, no sólo quedan disculpados los extravíos de su idolatrado autor, sino que todos
ellos se erigen en preceptos recomendándolos como dignos de imitación y aplauso.
En aquellos pasajes en que Shakespeare, felizmente sostenido de su admirable ingenio,
expresa con acierto las pasiones y defectos humanos, describe y pinta los objetos de la
naturaleza o reflexiona melancólico con profunda y sólida filosofía, allí es fiel la
traducción; pero en aquellos en que se olvida de la fábula que finge, del fin que debió en
ella proponerse, de la situación en que pone a sus personajes, del carácter que les dio, de lo
que dijeron antes, de lo que debe suceder después; y acalorado por una especie de frenesí,
no hay desacierto en que no tropiece y caiga; entonces el traductor francés le abandona y
nada omite para disimular su deformidad, suponiendo, alterando, substituyendo ideas y
palabras suyas a las que halló en el original; resultando de aquí una traducción pérfida o por
mejor decir, una obra compuesta de pedazos suyos y ajenos, que en muchas partes no
merece el nombre de traducción.
Lejos, pues, de aprovecharse el traductor español de tales versiones, las ha mirado, con
la desconfianza que debía, y prescindiendo de ellas y de las mal fundadas opiniones de los
que han querido mejorar a Shakespeare con el pretexto de interpretarle, ha formado su
traducción sobre el original mismo; coincidiendo por necesidad con los traductores
franceses, cuando los halló exactos, y apartándose de ellos cuando no lo son, como podrá
conocerlo fácilmente cualquiera que se tome la molestia de cotejarlos.
Esto es sólo cuanto quiere advertir acerca de su traducción. La vida de Shakespeare y las
notas que acompañan a la Tragedia, son obra suya, y a excepción de una u otra especie que
ha tomado de los comentadores ingleses (según lo advierte en su lugar) todo lo demás,
como cosa propia, lo abandona al examen de los críticos inteligentes.
Si se ha equivocado en su modo de juzgar o por malos principios o por falta de
sensibilidad, de buen gusto o de reflexión, no será inútil impugnarle; que harto es necesario
agitar cuestiones literarias relativas a esta materia para dar a nuestros buenos ingenios
ocupación digna, si se atiende al estado lastimoso en que yace el estudio de las letras
humanas, los pocos alumnos que hoy cuenta la buena poesía y el merecido abandono y
descrédito en que van cayendo las producciones modernas del teatro.
Vida de Guillermo Shakespeare