Page 2 - Hamlet
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William Shakespeare





                                                       Hamlet


                                                     Tragedia







                                                                             Si non errasset, fecerat ille minus.
                                                                                Martialis epigrammat, lib. I.





                  Prólogo
                       La presente Tragedia es una de las mejores de Guillermo Shakespeare, y la que con más
                  frecuencia y aplauso público se representa en los teatros de Inglaterra. Las bellezas
                  admirables que en ella se advierten y los defectos que manchan y oscurecen sus
                  perfecciones, forman un todo extraordinario y monstruoso compuesto de partes tan
                  diferentes entre sí, por su calidad y su mérito, que difícilmente se hallarán reunidas en otra
                  composición dramática de aquel autor ni de aquel teatro; y por consecuencia, ninguna otra
                  hubiera sido más a propósito para dar entre nosotros una idea del mérito poético de
                  Shakespeare, y del gusto que reina todavía en los espectáculos de aquella nación.


                       En esta obra se verá una acción grande, interesante, trágica; que desde las primeras
                  escenas se anuncia y prepara por medios maravillosos, capaces de acalorar la fantasía y
                  llenar el ánimo de conmoción y de terror. Unas veces procede la fábula con paso animado y
                  rápido, y otras se debilita por medio de accidentes inoportunos y episodios mal preparados
                  e inútiles, indignos de mezclarse entre los grandes intereses y afectos que en ella se
                  presentan. Vuelve tal vez a levantarse, y adquiere toda la agitación y movimiento trágico
                  que la convienen, para caer después y mudar repentinamente de carácter; haciendo que
                  aquellas pasiones terribles, dignas del coturno de Sófocles, cesen y den lugar a los diálogos
                  más groseros, capaces sólo de excitar la risa de un populacho vinoso y soez. Llega el
                  desenlace donde se complican sin necesidad los nudos, y el autor los rompe de una vez, no
                  los desata, amontonando circunstancias inverosímiles que destruyen toda ilusión. Y ya
                  desnudo el puñal de Melpómene, le baña en sangre inocente y culpada; divide el interés y
                  hace dudosa la existencia de una providencia justa, al ver sacrificados a sus venganzas en
                  horrenda catástrofe, el amor incestuoso y el puro y filial, la amistad fiel, la tiranía, la
                  adulación, la perfidia y la sinceridad generosa y noble. Todo es culpa; todo se confunde en
                  igual destrozo.


                       Tal es en compendio la Tragedia de Hamlet, y tal era el carácter dramático de
                  Shakespeare. Si el traductor ha sabido desempeñar la obligación que se impuso de
                  presentarle como es en sí, no añadiéndole defectos, ni disimulando los que halló en su obra,
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