Page 47 - Hamlet
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GUILLERMO.- ¿En prisión decís?
HAMLET.- Sí, Dinamarca es una cárcel.
RICARDO.- También el mundo lo será.
HAMLET.- Y muy grande: con muchas guardas, encierros y calabozos, y Dinamarca es
uno de los peores.
RICARDO.- Nosotros no éramos de esa opinión.
RICARDO.- Para vosotros podrá no serlo, porque nada hay bueno ni malo, sino en
fuerza de nuestra fantasía. Para mí es una verdadera cárcel.
RICARDO.- Será vuestra ambición la que os le figura tal, la grandeza de vuestro ánimo
le hallará estrecho.
HAMLET.- ¡Oh! ¡Dios mío! Yo pudiera estar encerrado en la cáscara de una nuez y
creerme soberano de un estado inmenso... Pero, estos sueños terribles me hacen infeliz.
RICARDO.- Todos esos sueños son ambición, y todo cuanto al ambicioso le agita no es
más que la sombra de un sueño.
HAMLET.- El sueño, en sí, no es más que una sombra.
RICARDO.- Ciertamente, y yo considero la ambición por tan ligera y vana, que me
parece la sombra de una sombra.
HAMLET.- De donde resulta, que los mendigos son cuerpos y los monarcas y héroes
agigantados, sombras de los mendigos... Iremos un rato a la corte, señores; porque, a la
verdad, no tengo la cabeza para discurrir.
LOS DOS.- Os iremos sirviendo.
HAMLET.- ¡Oh! No se trata de eso. No os quiero confundir con mis criados que, a fe de
hombre de bien, me sirven indignamente. Pero, decidme por nuestra amistad antigua, ¿qué
hacéis en Elsingor?
RICARDO.- Señor, hemos venido únicamente a veros.
HAMLET.- Tan pobre soy, que aun de gracias estoy escaso, no obstante, agradezco
vuestra fineza... Bien que os puedo asegurar que mis gracias, aunque se paguen a ochavo,
se pagan mucho. Y ¿quién os ha hecho venir? ¿Es libre esta visita? ¿Me la hacéis por
vuestro gusto propio? Vaya, habladme con franqueza, vaya, decídmelo.
GUILLERMO.- ¿Y qué os hemos de decir, señor?