Page 213 - Hamlet
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HAMLET.- ¡Y permanecer así entre el pestilente sudor de un lecho incestuoso,
                  envilecida en corrupción prodigando caricias de amor en aquella sentina impura!

                       GERTRUDIS.- No más, no más, que esas palabras, como agudos puñales, hieren mis
                  oídos... No más, querido Hamlet.

                       HAMLET.- Un asesino... Un malvado... Vil... Inferior mil veces a vuestro difunto
                  esposo... Escarnio de los Reyes, ratero del imperio y el mando; que robó la preciosa corona
                  y se la guardó en el bolsillo.

                       GERTRUDIS.- No más...






                  Escena XXVII




                  GERTRUDIS, HAMLET, LA SOMBRA DEL REY HAMLET




                       HAMLET.- Un Rey de botarga... ¡Oh! ¡Espíritus celestes, defendedme! Cubridme con
                  vuestras alas... ¿Qué quieres, venerada Sombra?

                       GERTRUDIS.- ¡Ay! Que está fuera de sí.

                       HAMLET.- ¿Vienes acaso a culpar la negligencia de tu hijo, que debilitado por la
                  compasión y la tardanza, olvida la importante ejecución de tu precepto terrible?... Habla.

                       LA SOMBRA.- No lo olvides. Vengo a inflamar de nuevo tu ardor casi extinguido.
                  ¿Pero, ves? Mira cómo has llenado de asombro a tu madre. Ponte entre ella y su alma
                  agitada y hallarás que la imaginación obra con mayor violencia en los cuerpos más débiles.
                  Háblala, Hamlet.

                       HAMLET.- ¿En qué pensáis, señora?

                       GERTRUDIS.- ¡Ay! ¡Triste! Y en qué piensas tú que así diriges la vista donde no hay
                  nada, razonando con el aire incorpóreo. Toda tu alma se ha pasado a tus ojos, que se
                  mueven horribles, y tus cabellos que pendían, adquiriendo vida y movimiento, se erizan y
                  levantan como los soldados, a quienes improviso rebato despierta. ¡Hijo de mi alma! ¡Oh!
                  Derrama sobre el ardiente fuego de tu agitación y la paciencia fría. ¿A quién estás mirando?
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