Page 209 - Hamlet
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quedas oprimida, ¡Ángeles, asistidme! Probad en mí vuestro poder. Dóblense mis rodillas
                  tenaces, y tu corazón mío de aceradas fibras, hazte blando como los nervios del niño que
                  acaba de nacer. Todo, todo puede enmendarse.






                  Escena XXIII




                  CLAUDIO, HAMLET




                       HAMLET.- Esta es la ocasión propicia. Ahora está rezando, ahora le mato... Y así se irá
                  al cielo... ¿y es esta mi venganza? No, reflexionemos. Un malvado asesina a mi padre, y yo,
                  su hijo único, aseguro al malhechor la gloria. ¿No es esto, en vez de castigo, premio y
                  recompensa? Él sorprendió a mi padre, acabados los desórdenes del banquete, cubierto de
                  más culpas que el mayo tiene flores... ¿quién sabe, sino Dios, la estrecha cuenta que hubo
                  de dar? Pero, según nuestra razón concibe, terrible ha sido su sentencia. ¡Y quedaré
                  vengado dándole a éste la muerte, precisamente cuando purifica su alma, cuando se dispone
                  para la partida! No, espada mía, vuelve a tu lugar y espera ocasión de ejecutar más
                  tremendo golpe. Cuando esté ocupado en el juego, cuando blasfeme colérico, o duerma con
                  la embriaguez, o se abandone a los placeres incestuosos del lecho, o cometa acciones
                  contrarias a su salvación; hiérele entonces, caiga precipitado al profundo y su alma quede
                  negra y maldita, como el infierno que ha de recibirle. Mi madre me espera, malvado; esta
                  medicina que te dilata la dolencia no evitará tu muerte.






                  Escena XXIV




                  CLAUDIO solo
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